Ahí estaba yo en la sala de espera del traumatólogo, en medio de una de esas ceremonias importantes que marcan para siempre: ponerme el zapato izquierdo. Ni siquiera quité los restos de yeso que me quedaban en el pie; me puse un calcetín encima. Metí la mano en la bolsa ... ¡que bonito era mi zapato! ... Empecé a sentir cómo algo firme y a la vez flexible arropaba mi pie. Por un instante ... me sentí Cenicienta.Y... yo que andaba hacía tiempo buscando el principio de un nuevo cuento en mi vida...

domingo, 20 de junio de 2010

Cuento chino.

Malu es una gran mejoradora de historias. Me gusta mucho escuchar sus narraciones "verídicas"; porque, cuente lo que cuente, Malu le da vida. Sólo ella es capaz de pegar el tono de voz al ritmo de la historia de esa manera. Logra engancharte como nadie; aunque te cuente lo mismo diez veces, te quedas esperando la próxima; y es que sabes que, no hay dos versiones iguales, que en la primera versión apuraba hasta el final el vaso de remedio casero que le daba la tía Fe; y, en la quinta, no sólo no probaba el brebaje, sino que lo echaba disimuladamente a las macetas; de momento, andamos por la septima u octava vez y yo me estoy muriendo de ganas de escuchar la novena: seguro que al final... ¡ella era la que le daba la infusión a la tía Fe! Nadie como Malu para encontrar en todo, no simplemente una historia, sino La Historia. Malu coge un episodio anodino, del que ningún testigo sacaría nada más que un bostezo, le hace un photoshop y crea la mejor historia del mundo. ¡Esa es mi Malu!

Ayer, iba por la calle, y, de repente, me topé con el fin de una historia que contó hace unos dos años. Breve y surrealista; una bonita historia de... gratitud intercultural, de confianza ciega, de... cocina (a Malu le encanta cocinar y, a los que la conocemos, nos encanta que cocine).

Durante algún tiempo, tuvieron en su casa a un chino. Le hicieron sentir de la familia. Antes de irse, dejó un enigmático "regalo" para Malu, no era una caja con algo dentro, ni una bolsa de regalo; de hecho, no se podía tocar, ni romper, ni agotar.  Su huésped le dejó... ¡un privilegio! Le dió un papel escrito en chino. Por supuesto, Malu no entiende el chino; así que le explicó lo que era aquello. Era, nada más y nada menos que un "salvoconducto". En esa carta, explicaba que ella había sido su "madre española" y que lo había tratado muy bien y, que, por favor, en la tienda que enseñase la carta, que la tratasen como a china y que le vendiesen congelados de los de la trastienda, de unos que sólo venden a los chinos. Así que Malu tenía la posibilidad de comprar auténtica comida china.  (Seguro que Malu agradeció el gesto; pero no la imagino comiendo algo que no ha pasado por diez controles de sanidad -¡española!-. No creo que llegase a utilizar nunca la carta, pero estoy segura de que la guarda como un tesoro).


Ayer iba yo por la calle y ...ahí, en un cartel pegado en el cristal de una tienda de chinos, estaba escrito el final de esta historia:

"hay pan y hielo".

4 comentarios:

  1. Yo si que la hubiera utilizado!! Aventura con final gastrointestinal incierto!

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  2. ¡Veo que te gustan las emociones fuertes y las experiencias arriesgadas!!!! (Pero... oye, que no hace falta tanto... mejor busca algo más "light")

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  3. Que recuerdos las cartas de las familias....las tengo guardadas para mi hija.

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  4. No hace mucho compré la reedición de las cartas. ¡un ataque de nostalgia!

    Un beso

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