Ayer, iba por la calle, y, de repente, me topé con el fin de una historia que contó hace unos dos años. Breve y surrealista; una bonita historia de... gratitud intercultural, de confianza ciega, de... cocina (a Malu le encanta cocinar y, a los que la conocemos, nos encanta que cocine).
Durante algún tiempo, tuvieron en su casa a un chino. Le hicieron sentir de la familia. Antes de irse, dejó un enigmático "regalo" para Malu, no era una caja con algo dentro, ni una bolsa de regalo; de hecho, no se podía tocar, ni romper, ni agotar. Su huésped le dejó... ¡un privilegio! Le dió un papel escrito en chino. Por supuesto, Malu no entiende el chino; así que le explicó lo que era aquello. Era, nada más y nada menos que un "salvoconducto". En esa carta, explicaba que ella había sido su "madre española" y que lo había tratado muy bien y, que, por favor, en la tienda que enseñase la carta, que la tratasen como a china y que le vendiesen congelados de los de la trastienda, de unos que sólo venden a los chinos. Así que Malu tenía la posibilidad de comprar auténtica comida china. (Seguro que Malu agradeció el gesto; pero no la imagino comiendo algo que no ha pasado por diez controles de sanidad -¡española!-. No creo que llegase a utilizar nunca la carta, pero estoy segura de que la guarda como un tesoro).
Ayer iba yo por la calle y ...ahí, en un cartel pegado en el cristal de una tienda de chinos, estaba escrito el final de esta historia:
"hay pan y hielo".
Yo si que la hubiera utilizado!! Aventura con final gastrointestinal incierto!
ResponderEliminar¡Veo que te gustan las emociones fuertes y las experiencias arriesgadas!!!! (Pero... oye, que no hace falta tanto... mejor busca algo más "light")
ResponderEliminarQue recuerdos las cartas de las familias....las tengo guardadas para mi hija.
ResponderEliminarNo hace mucho compré la reedición de las cartas. ¡un ataque de nostalgia!
ResponderEliminarUn beso