Ahí estaba yo en la sala de espera del traumatólogo, en medio de una de esas ceremonias importantes que marcan para siempre: ponerme el zapato izquierdo. Ni siquiera quité los restos de yeso que me quedaban en el pie; me puse un calcetín encima. Metí la mano en la bolsa ... ¡que bonito era mi zapato! ... Empecé a sentir cómo algo firme y a la vez flexible arropaba mi pie. Por un instante ... me sentí Cenicienta.Y... yo que andaba hacía tiempo buscando el principio de un nuevo cuento en mi vida...

sábado, 13 de noviembre de 2010

Hace tanto tiempo …

... ya no sabemos nada el uno del otro. Pero es curioso que anoche, la primera vez que dormí bien en meses, estuvieras tú esperándome en mi sueño. He amanecido feliz y con los músculos envueltos en una nube de pereza.



Mark Z Chagal, Sobre la ciudad




domingo, 7 de noviembre de 2010

Taxi driver.

Tocaba reponer unas cuantas cosas de esas que suelo comprar en el centro. Y acabé con unos cuantos "ya que estoy aquí" distribuidos en varias bolsas. Una buena razón para parar un coche. El conductor era un poco raro; pero yo lo atribuí a una pinta un poco friky y, sobre todo, a aquel defecto de pronunciación. Subí al coche y, de manera casi inmediata, me dí cuenta de que éste era uno de esos tipos para mirar en las distancias cortas. No era el defecto de pronunciación, ni la pinta friky...era que estaba bastante pasado de rosca. La opción "me bajo en el primer semáforo" tenía muy pocas posibilidades de éxito, a no ser que dejase abandonadas todas mis bolsas que tanto tiempo y esfuerzo me habían costado. Y, de momento, la situación no pintaba excesivamente mal, el tipo parecía tener alguna pieza de la cabeza un poco desencajada pero... parecía inofensivo.

Empieza a darme conversación. El interrogatorio habitual en estos casos. Sólo que aderezado con un toque pelma. Un "eso no es asunto suyo" dicho sin enfadarme, aunque de manera contundente, pareció pararlo. Pero no era uno de esos que se resignan a callar.

- ¿Tiene frío? Si tiene frío cierro las ventanas, que no quiero que mi *** (palabra cariñosa local) se resfríe.

Al oir la palabra aquella, tuve un momento de esos en los que te dices "esto no te está sucediendo; en realidad ha pasado algo anormal con la línea del tiempo, y estás en una realidad paralela". Hice lo mejor en estos casos, meterme en el papel de extranjera que no entiende muy bien y que no se ha enterado de nada. Suele funcionar; aunque...¡no con él! Dado que "no me enteraba", se puso a hablar más claramente.

- Las españolas son muy guapas; (hasta aquí, normal, típico cumplido de los hombres de Paísadoptivo, que suele ir después de un "España es un país muy bonito") usted es muy guapa; (puede ser también un cumplido; pero, en este caso, lo decía de una manera rara)  la quiero... (esto y en el tono que lo decía y con la cara extraviada que se le ponía... era casi ya como para salir corriendo)  ¿quiere casarse conmigo? (¡directamente hice una valoración rápida de la situación!).

A mi favor: yo iba en el asiento de atrás (ventaja geográfica importante), él llevaba las manos en el volante, era lento reaccionando y... parecía controlable verbalmente: en el interrogatorio las respuestas firmes le hacían retroceder. En mi contra: ¡estaba como una regadera! y ... por alguna extraña razón ... creo que le había entrado una obsesión exprés conmigo. Estrategia: sin lugar a dudas, ¡respuestas firmes!

- Estoy casada (tampoco pasaba nada por contar una mentirijilla) y, además, nunca querría casarme con usted.

- Entonces... seré su amante. (¿Acaso no se enteraba?)

- ¿Para qué? No voy a buscarme un amante mucho peor que mi marido. 

Tras un "pequeño" diálogo, logré que procesara que no quería nada con él. Yo ya respiraba tranquila... cuando...

- ¿No podría ayudarme a encontrar una novia española parecida a usted?

Definitivamente, esto debía de obedecer a algún trauma infantil. Si no, es inexplicable.

- Mire, encontrarle a usted una novia me resulta muy difícil; mejor dicho: imposible. 

Mi casa estaba lejos, pero ya estábamos en la segunda mitad del camino. "Mi enamorado" no cejaba en su empeño; pero... la estrategia de las frases firmes y contundentes daba resultado. Dentro de no mucho rato, mis bolsas y yo estaríamos en casa tranquilas. De repente, me muestra una faceta desconocida para mí: tenía ideas e iniciativas.

 - Conozco un camino más corto.

En Ciudadadoptiva hay mucho tráfico y cada uno tiene sus recursos para ahorrar atascos o para acortar el recorrido. Por eso, en circunstancias normales, un atajo no es preocupante (de hecho, como siempre que voy en coche son los mismos trayectos, yo también conozco los caminos alternativos). Pero, aquello no era normal. Cómo iba yo a pensar que en Ciudadadoptiva teníamos esas calles tan poco transitadas y tan despejadas de coches. Consideré que era un momento para tener un plan B en la recámara. Iba absorta en estos pensamientos y ... oigo una voz rara con un defecto de pronunciación:

- ...cárcel ...yo... hace tres años.

¡Premio! Tanto pensar... no me daba cuenta de que estábamos pasando por la cárcel. Y... menos mal que no entendí lo que decía (esta vez, de verdad). Pensé que, en mi situación, mejor no empezar a poner cara de preocupada. "...cárcel...yo... tres años...". Con estas palabras ¿qué historia hubiese entendido mi abuela en sus años de no oir bien? "Esto es la cárcel, aquí estuve yo hace tres años reparando el frigorífico". Me gustaba más esta versión que: "esto es la cárcel. Yo salí hace tres años".

Pasé directamente del plan B y, a toda prisa, elaboré un plan C muy surrealista; pero que creo hubiese sido eficaz. ¡Qué bonito me pareció mi barrio cuando lo ví! Por fin doblábamos mi esquina. Al fondo, mi casa.

- Pare aquí, por favor. 
Prefería que, al menos no viese en qué portal entraba.


- ¡Ah! ya entiendo, no quiere que su marido la vea llegar en mi coche. 


No contesté nada. Pagué, agarré mis bolsas y salí del coche. Ni siquiera me dí la vuelta cuando...

- ¡ESPERE! ¡ESPEEEEREEE! ¿YO LE GUSTO, VERDAD?????



Aleksandr N. Benois,  Marido celoso.

Como contaba hace unos días, en Paísadoptivo es habitual parar un coche privado y negociar un trayecto y un precio. Lo hago habitualmente y, en todos los años que llevo allí viviendo, sólo he tenido dos malas experiencias (con ésta, que es una de ellas, incluso me río cuando la recuerdo; tiene un punto película de Almodóvar) y las dos se han quedado en susto.





jueves, 4 de noviembre de 2010

De caza.


Cinco hombres, miembros de una unidad especial de élite, tras recibir las últimas instrucciones de su jefe, salen de caza. Van en busca de presas de esa especie indefinida de bestias que tal vez un día fueron humanos. Atrapan a dos tipos que caminan despacio apestando la calle con su olor a miseria. Uno se resiste, un pequeño contratiempo. Lo dejan malherido cerca de un centro asistencial. El otro no da problemas; con él pueden hacer su “trabajo” le inyectan el anestésico ese tan fuerte que hay que experimentar en humanos. No hace falta un estudio previo, ni personal sanitario... ¡para qué! … sólo es basura. Una vez usado, lo tiran por ahí (todavía bajo los efectos de la anestesia).

Capturan a la tercera cobaya, un mendigo que ya ni pertenece a la raza humana. Una mala elección. Este ejemplar estaba demasiado deteriorado. Muere por efecto de la inyección de pentotal. No resistió el experimento.




Es una ficción basada en una historia que leí hace tiempo, que volvió a caer en mis ojos después y que, hace un par de días se metió otra vez en mi camino. Podría leerla o escucharla mil veces más y no dejaría nunca de producirme escalofríos.  

Los servicios secretos españoles, en 1988 (cuando todavía se llamaban CESID), llevaron a cabo, presuntamente, una operación ("Operación Mengele") cuyo objetivo era secuestrar en Francia a algún miembro de ETA (leí que era Josu Ternera) y traerlo por la fuerza a España. Parte esencial de la supuesta operación era un anestésico muy potente (pentotal) que un cardiólogo colaborador les facilitó. Según he leído, experimentaron con tres mendigos (dos de ellos eran drogadictos) a los que se administró la sustancia por la fuerza y sin control médico, uno de los cuales murió. Dicen que algunos agentes del CESID dimitieron por escrúpulos morales al conocer la operación (de ser esto cierto, la deducción obvia es que para el resto no hubo conflictos éticos que les impidiesen continuar en La Casa). Aunque es obvio, quiero resaltar que en el año 1988 España era ya una democracia. 



  
Excepcionalmente, ésta es una entrada sin comentarios.