Malevich, Cuadrado negro suprematista.
Me resulta difícil contar esa época tan dura. Llevo tiempo tratando de traducir todo aquello al lenguaje de las palabras y no puedo. No sé qué palabras podrían pintar mis sentimientos, las emociones que éstos me producían. Ni siquiera soy capaz de hacer un relato mínimamente organizado de todo lo que me sucedió. He tratado de ir a consultar mis notas, pero es duro y no me siento con fuerzas. Los acontecimientos se iban sucediendo y yo no era capaz de seguir su ritmo; al fin y al cabo, lo que me sucedía era demasiado atípico, demasiado fuerte y demasiado abundante. Supe que los especiales querían que yo trabajase para ellos; que entraban en mi casa en mi ausencia; que tenía cámaras de vigilancia en mi vivienda (que, por aquel entonces, dejó de ser mi hogar). Me amenazaron con que un día llegaría a casa y me los encontraría dentro, esperándome. La vigilancia era asfixiante; el teléfono de mi casa estaba pinchado en tiempo real (lo habitual en La Oficina es grabar conversaciones y escuchar en tiempo real sólo de vez en cuando, aleatoriamente, no todo el tiempo, como era mi caso).
Y... estaba el mundo paralelo... La Oficina. ¿Sería como en la leyenda???? Cada época terrible en mi casa tenía su correspondencia con sucesos en La Oficina. Fue entonces cuando sustrajeron mi teléfono móvil de mi bolso (en un despacho de una zona de acceso restringido); apareció al día siguiente, tal y como me informó J (el portavoz de los especiales). Curiosamente, ese mismo móvil desapareció misteriosamente de mi casa y volvió a aparecer al tiempo. Lo del teléfono fue como un pistoletazo de salida. "Casualmente" al poco tiempo empezaron los tiempos laboralmente complicados. Mi trabajo se multiplicaba inexplicablemente. Una compañera abandonó La Oficina y yo tenía que hacer también su trabajo. No contrataban a nadie en su lugar (normalmente son rápidos poniendo una persona nueva). Después, otro de los que trabajaba allí pidió un permiso: yo ya tenía tres jefes para mí sola. La máxima de un jefe es "si mi secretaria no está haciendo nada que yo le haya mandado directamente y hace poco tiempo, es que está desocupada y ociosa". No importa si tienes dos cosas urgentes que te han mandado otros jefes o si estás con algo que no se resuelve en cinco minutos. Así que, mi jefe entró en su noprecisamenteencantadorafase. A pesar de que yo estaba hasta el cuello de trabajo (solía quedarme más tiempo, sin que nadie me lo dijese, simplemente porque, si no, el trabajo se acumulaba de una manera que resultaba imposible hacer nada), él tenía cada pocos días la "feliz idea" de reorganizar el archivo (tarea para la cual se necesitaba, según criterio de una jefa anterior, una persona a dedicación completa durante, al menos, quince días). Cambiaba unos cuantos índices, lo cual suponía reorganizar dos o tres cajones cada vez, llevar un registro de qué cosas cambiaba y adónde iban... y avisar a otras personas a las que afectase el cambio.
Era una pesadilla veinticuatro horas. Mi casa... La Oficina... los especiales coreografiando todo... No sabía qué hacer y ... tenía miedo, mucho miedo. No había nadie a quién consultar, porque en mi círculo habitual nadie ha vivido situaciones similares. Empezó a afectarme. Rara vez lograba dormir más de dos horas y trabajar en esas condiciones y a ese ritmo era difícil. Cuando empezaba a apagarme, me tomaba una taza de té muy cargado con un trozo de chocolate; aquello me reanimaba un poco. Vivía en un estado permanente de tensión y angustia y miedo. No sabía si iba a encontrármelos en casa; ni si en la calle (tal y como habían amenazado) iban a abordarme y a proponerme trabajar para ellos. A veces me despertaba con la esperanza de que eso fuese una pesadilla; pero ahí estaban, recordándome que me vigilaban continuamente (me decían dónde había estado, me repetían mis conversaciones de teléfono...). Aparecieron las consecuencias físicas: me encontraba fatal y necesitaba ir al médico. No podía ir en Paísadoptivo a un médico y contar algunos detalles (sin conocerlos, era imposible comprender qué me pasaba); tenía que viajar a España, era urgente. Pero, de momento, me resultaba imposible, mi jefe de entonces no me daba días, se supone que yo debía de tener vacaciones a la vez que él; no importaba para qué las necesitase.
Por si acabas de incorporarte a la historia:
Bueno, yo de a poco me he ido sumergiendo en esa que tal vez sea tu historia. Traté de no perderme detalle y de acompañarte cada vez que esta distancia me lo permitía, así que sí, entiendo lo difícil que es contar con palabras lo que pasaba en aquella época.
ResponderEliminarPero créeme que lo estás haciendo muy bien, aun cuando no tengas ese derecho a la intimidad que todos reclamamos te veo fuerte y dispuesta.
Y lo mejor, es que "aquella época" la vamos dejamos atrás...
Un fuerte beso, Mary.
Toda una pesadilla, y veo que tienes mucha confianza en la sanidad española...
ResponderEliminarBesitos.
¿Y no tenías a nadie de confianza?
ResponderEliminar¿Por qué aguantaste tanto?
Pero qué clase de sicóticos eran esos burócratas absurdos??? Es como en el Gran Hermano, pero el original, el de Orwell... una pesadilla de ciencia ficción... Era una embajada o algo así??? Verás que sigo inquiriendo para saber qué diablos era ese sitio insólito...
ResponderEliminarMenos mal que lograste escapar de allí... o no?
Besos!!
No quiero ni imaginar la situación. Qué horror. Alucino con que pudieras aguantarlo.
ResponderEliminarSerías sólo una secretaria pero el sitio, tienes que reconocer que es normal, porque yo soy secretaria y a mi no me pasan esas cosas......
ResponderEliminarMaría nos tienes que dar una pistita por favor, porque además o es ficción o no termino de entender....
Pero estas cosas pasan??? Si es así, alucino...
ResponderEliminarBesos.
Quería decir que el sitio NO es normal....
ResponderEliminarYo tampoco comprendo cómo pudiste aguantar todo aquello a pesar de que te estaba arrebatando todo.
ResponderEliminarSi algo bueno has sacado de esto es una mayor fortaleza y que no dejarás que algo así vuelva a suceder.
Me recuerda tremendamente al 1984 de Orwel e incluso a momo... esos hombres se parecen a los hombres grises del cuento, y al fin y al cabo su misión era parecida, que te unieras a ellos.
No sé si yo aguantería tanto. ¡Ole tú!
ResponderEliminarPor cierto, no sé si te lo he dicho ya en alguna ocasión, me encanta como siempore escoges un cuadro apropiado para el texto que escribes.
Un abrazo.
Sol,
ResponderEliminarGracias por tus ánimos y por tu compañía. ¿Distancia???? En todos estos años que llevo viviendo fuera de España he aprendido que la distancia es algo muy relativo. Muchas veces la persona más distante es una que tienes a unos pocos metros de ti.
Besos
Campoazul,
ResponderEliminarLa verdad es que "pesadilla" es una buena palabra para definir aquella situación.
¿La sanidad española? Tiene sus defectos y sus listas de espera y todo eso; pero, afortunadamente, hay en ella muy buenos médicos que se preocupan por sus pacientes (hablo desde mi experiencia), y eso, como dice el anuncio, no tiene precio :)
Besos
Mamimanitas,
ResponderEliminarAnte algo así, las personas de confianza sólo pueden darte apoyo moral.
No es aguantar, es estar completamente paralizada por la situación.
¿Es nuevo tu avatar? ¡Me gusta!!!!
A todos,
ResponderEliminartengo una pésima conexión a internet: a veces se corta y ya no hay manera; otras, no me deja publicar comentarios, simplemente, se corta a mitad del envío... Por eso, hasta que lo solucione, agradezco vuestra paciencia :)
Peregrinopurpura,
ResponderEliminarSigo trabajando en el mismo sitio; pero he desarrollado ciertos mecanismos de supervivencia. Por cierto ¿qué te hace pensar que el sitio es una Embajada???????
¡Besos!
Doctora Anchoa,
ResponderEliminarLa verdad es que es increíble lo que el ser humano es capaz de soportar; no te enteras de que puedes hacerlo hasta que no lo necesitas y, mirando hacia atrás, ni tú misma te crees que hayas podido con eso.
Me agobio cada vez que leo esta historia...
ResponderEliminarAnda, que encima poner un cuadro negro. Aaggg!!!
:))
besos
Pero sigues ahí.¿Te compensa?
ResponderEliminarEstoy siguiendo la historia con mucho interés, aunque no comente nada. Con impaciencia, espero la continuación.
ResponderEliminarUn beso.
Ya os conté que, en casa, tengo una conexión a internet muy mala. Las páginas de enviar comentarios dan casi siempre problemas (incluso en mi propio blog). Es por eso por lo que últimamente estoy un poco muda.
ResponderEliminarBesos a todos
Pilar,
El sitio es aparentemente muy normal. Aunque, menos mal, las cosas que pasan no son habituales (sería un horror que ésta fuera la tónica general).
Jauroles,
¡Alucina!!!!
Neko,
Dicen que lo que no te mata, te hace más fuerte. Desgraciadamente, a día de hoy, hay muchos más 1984s de los que nos imaginamos.
María,
Supongo que todos tenemos una capacidad para soportar que no podemos ni imaginarnos que estaba ahí.
Gracias por lo de los cuadros. Me alegro de que te gusten.
Guardián del Faro,
La historia transmite una sensación de agobio porque...¡en sí es agobiante!!! A mí también me lo parece. Sí, la verdad es que el cuadro es muy negro; dudaba entre éste u otro de un paisaje muy oscuro, al final...¡ganó el cuadrado!!!
Pseudosocióloga,
No es que compense o no compense. Es que, esta gente tiene el suficiente poder como para hacerte la vida imposible aquí y allá y en todos sitios. Al menos, estoy en un lugar que me gusta mucho.
¡Un beso, Disancor!!
ResponderEliminarUf, lo has tenido que pasar muy mal. Seguramente eso da un peso especial a todo lo bueno. Una historia un poco kafkiana, ¿no?
ResponderEliminarUn abrazo María.
Hola María, ¿cómo estás?
ResponderEliminarUn beso
Hoy mi conexión a internet parece que se está portando bien. A ver si me deja escribir comentarios. ¡Al menos he podido abrir el blog!!!
ResponderEliminarWalden,
ResponderEliminarLa realidad supera muchas veces la ficción, ¡incluso la ficción kafkiana!!! Claro que, al menos, ¡no me han convertido en cucaracha!!!! ;)
Sí, lo malo te hace aprender a vivir intensamente lo bueno y a disfrutar de cada pequeña cosa.
Un abrazo
Estoy bien, Teresa, muchas gracias. Sólo que lo que no estaba tan bien es mi espantosa conexión a internet que no me dejaba ni abrir el blog. Eso, sumado a que estos días me encontraba vaga para ir al cíber (está lejos de casa y me da pereza volver luego)... Por eso he estado missing. Espero que, a partir de ahora, esta conexión se porte bien... :)
ResponderEliminarBesos
Me alegro mucho :-)
ResponderEliminarEstamos muy vaga, amiga... Cuándo vuelve???
ResponderEliminarBesos!!!
Mamimanitas,
ResponderEliminarUn beso
Peregrino,
ResponderEliminar¡Volví ayer! Hasta ayer no había logrado arreglar los problemas con mi conexión a internet y... lo de ir a un cibercafé en invierno, con lo lejos que está todo aquí y, cuando ya has entrado en calor, otra vez a la calle... me estoy dando cuenta de que tienes razón: ¡estoy vaga!
Besos
Qué bueno saber de ti, María!!
ResponderEliminarTE digo una cosa, como aquí en la red es fácil confundir la realidad con las magníficos relatos de ficción que alguna gente escribe, no consigo saber en que lado de la línea estás, pero en cualquier caso, espero que estés bien.
un beso
¡Hola, Isa!
ResponderEliminarHe estado un poco desconectada porque mi internet funcionaba mal, practicamente era como no tener nada. Ahora tengo una conexión que parece mejor.
¿Ficción o realidad??? Hay realidades que superan toda ficción y que es mejor, al contarlas, dejar una puerta abierta a la duda. Déjate llevar por tu intuición.
Sí, ahora estoy bien. :)
Besos
Yuuuujuuuu¿estás viva?
ResponderEliminar¡Creo que sí!!!
ResponderEliminarA tí también!!! :)
ResponderEliminarNo quiero toparme con los especiales.
ResponderEliminarUn gran saludo.
Desde luego, es una historia terrorífica y llena de intrigas. Estoy impaciente por conocer el final.
ResponderEliminarUn beso.
Sigue con la conexión lenta???
ResponderEliminarUn abrazo, Ipnauj
ResponderEliminarBesos, Disancor
ResponderEliminarPeregrino, creo que, últimamente, yo misma soy una conexión lenta. Besos
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