Ahí estaba yo en la sala de espera del traumatólogo, en medio de una de esas ceremonias importantes que marcan para siempre: ponerme el zapato izquierdo. Ni siquiera quité los restos de yeso que me quedaban en el pie; me puse un calcetín encima. Metí la mano en la bolsa ... ¡que bonito era mi zapato! ... Empecé a sentir cómo algo firme y a la vez flexible arropaba mi pie. Por un instante ... me sentí Cenicienta.Y... yo que andaba hacía tiempo buscando el principio de un nuevo cuento en mi vida...

sábado, 29 de mayo de 2010

Mis mis.

Mi peluquero, mi médico de cabecera, mi ex, mi confesor (eclesiástico o civil), mi amigo ese con el que tengo una relación tan rara, mi esteticista, mi entrenador personal, mi psicoanalista, mi camarero de cada mañana, mi mejor amiga, mi jefe, mi vecina del tercero, mi amigo gay, mi maestra que me enseñó a leer, mi compañero de trabajo, mi "coincidente" laboral... todos tenemos una lista con, al menos,  unos cuantos de estos "mis" (o con otros diferentes, que esta lista no es muy exhaustiva; de hecho, estoy dándome cuenta de que ni siquiera todos mis "mis" están en ella y que he puesto otros que... en fin... ¡ni que yo tuviese un entrenador personal!).

En mi lista hay tres "mis" poco habituales. Dos han llegado como efectos colaterales y necesarios de mi fractura de maléolo (me costó tanto aprender esta palabra, que no puedo por menos que aprovechar la más mínima oportunidad para "exhibirla") y están ahí con carácter temporal; el otro es un efecto colateral, aunque no necesario, de mi trabajo y, por las maneras que apunta, creo que es de los que no se va ni con agua caliente. Mi traumatólogo, mi fisioterapeuta, mi espía particular. ¡No hace falta especificar en qué categoría meto a cada uno de ellos!

Llegados a este punto, un par de "cosillas" sobre mi trabajo. No es ilegal, ni emocionante, ni implica el uso de armas de ningún tipo. No trabajo para una mafia del este, ni para los servicios secretos, ni en un sitio que tenga que ver con el enriquecimiento de uranio. No soy la que, cada mañana, le pasa la bayeta y el "Don Limpio" al botón ese rojo ese que, según cuentan en la películas, desencadenaría la Tercera Guerra Mundial; ni tomo decisiones de las que salen en los periódicos. Simplemente, hago un trabajo muy normal, en un sitio... cómo diría yo... de esos (oficiales o no) en los cuales se supone algo que nadie te dice antes de entrar: que tienes que estar "disponible". Y yo... soy muy rara: no me dejo llevar, soy independiente y ... tengo unos ciertos principios éticos. En un momento dado, en medio de una conversación indecente y  (a pesar de que carecía de cualquier expresión malsonante, o alusión al sexo) no apta para horario infantil,  puse en una frase algo que ya llevaba años diciendo sin palabras: "yo vendo mi trabajo; vendería, si la encontrase, la fórmula de un chocolate que no engordase nada; pero, mi conciencia no está en el mercado". Y, no es difícil imaginarse, que esos son el tipo de frase y el tipo de actitud que no ayudan mucho a sobrevivir en la jungla.

Puedo incluso comprender que indaguen ("investiguen", dicho en jerga) acerca de una persona antes de que entre a trabajar pero, de ahí a que tu vida se convierta en un reality... va un mundo. Es como si continuamente te cantasen al oido eso de "cada vez que respiras, cada movimiento que haces, cada lazo que rompes, cada paso que das, te estaré vigilando", además de unos cuantos "cadas" mucho más...cotidianos.



Una pieza fundamental del engranaje: el espía personal (no es jerga de ellos, el término lo he creado yo misma). Ponen siempre a alguien que te conozca bien y, sobre todo, muy cercano a tí, de modo que tenga acceso a tu casa, que se relacione contigo, que sepa de tí... Él, por supuesto, no te "investiga" sólo a tí,  pero es, por llamarlo de alguna manera, el experto en temas relacionados contigo. Para esta misión de cuyos
resultados, al parecer, depende la seguridad nacional, en mi caso han elegido nada más y nada menos que a "J" (a quien ya dediqué un "post" hace unos días).


No sé muy bien cómo definir a "J". En realidad, no sabría ni con qué nombre presentarlo. Es un "josealgo", al que conocí ya sin el "algo" y que ahora utiliza un "alias" tan cómico que no soy capaz de teclearlo sin que me entre la risa tonta. Viene a ser una de esas adaptaciones ridículas de un nombre que se hacen pronunciándolo con acento local, casi casi una caricatura; algo así como pronunciar las "erres" como "ges" para afrancesar; hacer las "tes" y las "des" raras y poner entonación mascachicle para darle un toque estadounidense... ¿Cómo lo describo? Imaginaos un James Bond elegante, con clase, cabeza fría, nervios de acero, que vuelve loca a la primera Mata Hari enemiga que se le cruza por delante... y, ese superpoder suyo que me fascina: ser capaz de salir incluso de un basurero con el traje impecable y con aspecto de recién duchado. ¿Ya está? Pues... nada de esto, más bien sería ¡justo al revés!


P.D. Sería un puntazo que el mismo "J" en persona, continuando con su costumbre de aparecérseme en sitios inesperados, se "pasase" por los comentarios como anónimo; pero, eso sí, con alguna expresión que me permitiese identificarlo sin margen de error.

sábado, 22 de mayo de 2010

SC.

Esto tiene muy mala pinta; con deciros que he suprimido una de mis costumbres mañaneras. Menos mal que la costumbre y yo llevábamos poco tiempo juntas y, por eso, la separación no ha sido tan dura. Aunque...fácil, fácil... tampoco. Es más, estoy en ese período en el cual hay peligro de reincidir y volver a engancharme. Eso sería terrible, porque, cuando eres reincidente, lo tienes muy negro. No sé por qué ni cómo empecé. Supongo que tendrá algo que ver con el hecho de que llevo unos días así como raros. El agobio y el hastío y... quién sabe, ese no sé qué que se te mete por dentro de vez en cuando, me arrastraron al mal camino. Y, ahora, pagando las consecuencias. Claro, que, he tenido una muy pronta reacción, un diagnóstico en el primer estadio. No sé, es duro hablar de ello, es como una terapia pública ... da vergüenza y todo eso. Aunque, mirándolo bien, la culpa la tiene el traumatólogo. La verdad es que, encontrar un culpable, me ha hecho sentir mejor. Resulta que me dijo que, para mi recuperación, era necesario que caminase algo (un poco, sin excederme); me dijo no sé qué acerca de la fijación del calcio, de la masa muscular y ... Yo que soy una paciente modelo (bueno, mejor dicho, modélica, que lo de modelo...) ¡a obedecer que se ha dicho!!! Así que... paseos cortos... varias veces... ¡Perfecto! Puedo ir,  cada día, a comprar los periódicos y el pan. Y... aquí empezó el problema. Noooo, no en el quiosco (al fin y al cabo, lo más nocivo que venden ahí es el "Cuore"... y ¡no es para tanto!). Sí, la panadería. No se conforman con vender pan integral en formato barra estrecha; no, ellos tienen que tener un montón de demonios calóricos disfrazados de dulces cositas. Y tienen la mala idea de poner todo bien a la vista, vamos que, vas a por la barra y... los ojos se te van inevitablemente hacia la repostería, y, por mucho que tú quieras, no puedes detenerlos. Mi voluntad, capaz de aguantar durante meses la dieta de las 1.200 calorías,  flaquea (¡buena palabra!) a veces de una manera... Pues... que me he "dao" a las rosquillas de Santa Clara. Lo que me salva es que sólo las tomo por la mañana y que... no soy la única de casa a la que le gustan (en estos casos más es menos). Pero estas cosas pasan factura y, hace unos días, he empezado yo a notar un ligero estrechamiento de alguna prenda de ropa en algún sitio muy concreto. Una empieza con eso de que "mira cómo ha encogido esta falda" y acaba pareciendo una morcilla embutida y... luego, comprando algo de ropa más sueltecilla y... al final... ese túnel cuyo final luminoso es la dieta de la uva. A mí es que ese túnel me da mucho miedo. Ya no he comprado más "santaclaras", incluso ayer, en vez de algo dulce, me compré dos ciruelas de esas tan gordas con el hueso muy pequeño que traen de Chile (¡que también están dulces!¡eh???). La ropa se ha mantenido en su tamaño, no ha encogido más; no he tenido que comprarme nada nuevo; el túnel dietauva está lejos y...cada día, cuando voy a abrir la nevera leo ese cartel que he puesto hace una semana:


¡Lo contenta que me pongo yo! que... ¡aún tengo 24 horas para comer lo que quiera!

jueves, 20 de mayo de 2010

Un jirón morado.

Pasaba por ahí.Una fiesta casi neopagana anticipaba la primavera. En medio, aquella enorme figura femenina vestida en una armonía de colores chillones sonreía;  un grupo de personas, con trajes folklóricos, cantaban y bailaban. Había uno de esos árboles de los deseos, con las ramas vacías, sin hojas, esperando a que la gente las llenase con cintas de colores. Una de las chicas del grupo llevaba una bandeja llena de jirones de colores. Por sólo un céntimo, podías coger uno. El mío era morado. Con todo mi corazón puesto en la mano, ataba la cinta a una de las ramas; mientras, mentalmente, ponía en ella mi más querido deseo. Pasaron dos años y ... el deseo se cumplió. Tal cual lo había pedido, de manera literal... y... no lo había formulado bien, me faltaba pedir algo muy importante. Así que... se cumplió la letra de mi deseo, no la esencia, lo que realmente quería.
Recomendaciones de uso de un árbol de los deseos: solicitar la ayuda de un abogado para redactar las peticiones. 

miércoles, 19 de mayo de 2010

¿Intimidad?

Derecho a la intimidad. ¿Una definición? Difícil darla. El diccionario, el derecho... creo que se quedan cortos; no consiguen reflejar algo que, a mi entender, es muy importante: lo que supone para una persona tenerla o carecer de ella. Pero... cómo traducir algo que se siente al lenguaje lógico de las palabras.


Intimidad es... un niño que se acurruca en la cama y mete la cabeza debajo de las sábanas; es cerrar por dentro la puerta de tu habitación con un portazo cuando, a los trece años, sientes que el mundo no te comprende; es estar con alguien un ratito en la misma burbuja sin que exista el resto del mundo; es guardar tu diario en un cajón y saber que nadie lo toca; hablar por teléfono de tonterías de las que nadie, excepto tu interlocutor y tú, va a saber nada. Es ... cerrar por dentro la puerta de tu casa y ponerse ropa vieja y zapatillas cuando nadie va a verte; o, quién sabe, incluso tacones... cuando va a verte alguien... Es... cerrar por fuera la puerta de tu casa y saber que, mientras tú no estás, nadie va a entrar a revolver tus cosas. Es...


...es dignidad, también. Cuando alguien viola tu intimidad... te sientes... expuesto, indefenso... Hay ejemplos muy conocidos en la historia reciente de violaciones a la intimidad (física o de otro tipo) como primer paso para derrumbar a una persona (muchas veces es una manera de tortura psicológica). Seguro que a todos nos vienen a la cabeza los presos desnudos de los campos de concentración. Es pura lógica: violar grave o continuadamente la intimidad de una persona la debilita y... una vez debilitada... se puede empezar a destruirla. (Pero, bueno, esto sería un caso extremo). Podemos decir que esto sólo ocurre en dictaduras, en guerras...

...y... entre nosostros, en lo que se supone un Estado de Derecho, una democracia...¿no sucede nada?...  y... ¿SITEL? y... los registros y cacheos en los aeropuertos (este tema daría para mucho)... y... ¿acaso todas las escuchas telefónicas son con orden judicial? Y...

... un mensaje de esperanza: siempre tendremos una parcela íntima, una zona personal; invulnerable. Sólo hay que cerrar los ojos y mirar dentro de tí mismo. Lo que ves, sólo puedes verlo tú; es todo tuyo y de aquellos a quienes tú quieras mostrárselo.

lunes, 17 de mayo de 2010

A cuatro mil kilómetros.


Empecé yendo en verano, con la excusa de practicar el idioma. El primer año fuí con un curso organizado (aunque no íbamos mucho a las clases). Los dos siguientes, por mi cuenta.Vivía en pisos alquilados, de esos que te asustas cuando ves el baño y la cocina. Pero... no era caro y...  el primer día los decoraba yo misma con dos o tres botellas de lejía. Fueron años buenos: conocía gente, viajaba en trenes baratos y disfrutaba el país intensamente. Viví en las dos ciudades más importantes: en la segunda más grande, (llamémosle P) dos veranos; el tercero, en la capital (de aquí, en adelante, M). P fue el gran amor de mi vida; pero, al final, me casé con M, que... no ha sido un mal marido (todavía andamos juntos).

Una mañana del "cuarto verano" tuve un despertar raro: era temprano aquí en España, aunque allí era ya una hora bastante normal. Me ofrecían un trabajo temporal, para seis meses. Con una voz de estar más dormida que viva, dije que necesitaría unos días para trámites. En las dos semanas que me dieron, tuve tiempo de arreglar "papeles", comprar un billete y meter toda mi ropa en la maleta. De esto, hace ya como diez años.

Diez años intensos, en lo bueno y en lo malo. Y...voy a convertirlos en letras, letras que absorban lo malo como un papel secante y den fuerza a lo bueno... lo bueno que ha sido tanto... tanto que... ni en cien años de malas experiencias tendría tiempo para anularlo.

Un buen día (en mi caso ha sido hoy) abres los ojos y dices: hoy toca. Y no fue ayer, ni será mañana. A lo mejor has pasado años esperando... Y tienes claro algo: empiezo ya. Y, dirigido "a quien pueda interesarle", aquí comienza la historia de mi vida a cuatro mil kilómetros. De momento, no voy a decir en qué país vivo, ni en qué lugar trabajo. Que cada uno... me coloque en el escenario que quiera... Supongo que un día, no sé si más o menos lejano, me diré: "hoy toca" y... ese día empezaré con algo del estilo: "Vivo a unos treinta y cinco / cuarenta minutos del centro (en transporte, que, andando...) de M" (y M ya no será una letra, sino el nombre de una ciudad, que, por cierto ¡no tiene necesariamente por qué empezar por M!).

sábado, 15 de mayo de 2010

"Mira que a tí y a mí nos han pasado cosas en este país y, sin embargo, nos sigue gustando tanto", me dijo T, de camino al metro. "Es... una atracción fatal", le contesté, sin haberlo pensado. "Sí... una atracción fatal".

viernes, 14 de mayo de 2010

No encuentro título.

La veo cuando voy al supermercado. Suele andar por ahí, junto a las cajas, por la parte de fuera. De una edad indefinida, ya más allá de los setenta. Sonríe de lejos y saluda si me ve ella primero; otras veces soy yo la que la veo antes y le digo algo. Un día hace un pequeño comentario; otro, una sonrisa y algún gesto... o... aquella vez que me ayudó con una col que se me iba a caer de la bolsa. Es una de esas personas habituales en mi día a día: como la señora del quiosco, o que me vende el pan. Sólo que ella no tiene un negocio, ni siquiera trabaja en el de otra persona; eso fue hace años y ahora... el dinero no alcanza.

Recibe la ayuda de los demás con una actitud sabia. Ha logrado que nadie la ayude por pena, sino porque... ayudarla apetece, es agradable. Un dinero cambia de manos, pero no es una limosna (no me gusta nada esta palabra, pero no se me ocurre otra mejor), yo no le doy nada; hago un trueque: una parte de las vueltas de mi compra, a cambio de unas palabras agradables y una sonrisa sincera.

Simplemente, ella ha aprendido bien una de las lecciones más difíciles de la vida: dejarse ayudar.

jueves, 13 de mayo de 2010

Para J., sin rencor.

Entre tus innumerables malas costumbres, había tres que me exasperaban: que te jactaras de ser espía; esa desagradable obsesión tuya por demostrarme a cada momento que tenías acceso a todo lo que pasaba por mi línea telefónica y tus demasiado habituales llamadas después de la una de madrugada. Una de esas llamadas... "mis amigos saben muy bien cómo colocar cámaras de vigilancia en las lámparas". En la cama, echada de espaldas a esa pared en la que se estropeaban siempre los enchufes, levanté los ojos y miré hacia arriba, a la lámpara  que estaba encima de mí: las bombillas se fundían con demasiada frecuencia. Me hice un ovillo, y pasé horas o minutos, anestesiada, sin pensar, sin sentir.

martes, 11 de mayo de 2010

Un viejo amor...

... que va a poner mi vida "patas arriba"; un día de gloria; sorpresas; ser el centro de atención y... una noche...

El redactor al que han confiado la sección del horóscopo en ese periódico sabe hacernos sonreir por la mañana. Siempre hay algo bueno (tan bueno, que tengo sospechas de que compartimos signo del zodiaco), mágico, incluso. Como decimos todos, "yo no creo en estas cosas"; pero, siempre lo leo con un "¿por qué no?" en la mente. Y... el peor de los días no puede ser malo, si... quién sabe... a lo mejor, el periodista tiene realmente dotes adivinatorias y... un viejo amor va a darte una sorpresa esta misma noche.

No sólo hace bien su trabajo, sino que le añade un "extra": nos pone una sonrisa y un poco de ilusión a primera hora de la mañana.

lunes, 10 de mayo de 2010

Todo sobre mi jefe.



Gafas de pasta y traje gris. (Si añadiese más a la descripción, ésta dejaría de ser aséptica y... políticamente correcta)

domingo, 9 de mayo de 2010

Soñar...

El viernes, al despertarme, recordaba todavía algo que había soñado. Hacía un montón de tiempo que no recordaba un sueño. Y no sé si esto es bueno o malo. Hay quien dice que si recuerdas lo que has soñado es que tu sueño no ha sido lo suficientemente profundo; otros, ven en los sueños una puerta al inconsciente que no hay por qué cerrar; algunos viven una vida mejor cuando sueñan; se cuenta que se han solucionado problemas matemáticos mientras se soñaba; incluso, existen técnicas para, de alguna manera, programarlos. Y... ¿quién puede decir que nunca ha sucumbido a la tentación de hojear uno de esos libros de interpretación de los sueños?

Para mí, son algo misterioso, pertenecen al mundo de lo mágico y, tratar de hallar una explicación racional... sería ir contra su naturaleza. A veces los escucho y extraigo el mensaje que llevan; otras, simplemente, disfruto de ellos y me dejo llevar. E incluso, durante los ultimos años,  no especialmente buenos para mí,  han sido más de una vez una válvula de escape: cuando el día es una pesadilla, es bueno que, al menos la noche, sea un sueño.

Hay veces en las cuales una angustia tuya te persigue hasta la puerta de tu sueño y ...¡logra colarse dentro!  Y... por la mañana te despiertas rara.  El viernes amanecí con esa sensación tan... agria. Tuve un sueño corto y muy visual, como un anuncio. Tenía unos zapatos negros en la mano. No eran ni bonitos ni feos, eran... anodinos. Sólo tengo un recuerdo perfecto, fotográfico ... del tacón... alto, bastante alto, aunque no era de aguja. Iba a ponérmelos y ... lo lograba. Un segundo y ... tenía que quitármelos... no podía llevarlos. No sé lo que diría Freud acerca de soñar con tacones... pero... seguro que algo no muy acertado: al fin y al cabo, esa misma  mañana, él no tenía que pasar por el trago de ir al traumatólogo.

El viernes tenía revisión.  Llevo ya tres meses y medio... y... desde que me quitaron el yeso, voy a cada visita con una mezcla de ganas recibir buenas noticias y de miedo a que no me las den. Quiero que me quiten al menos una de las muletas; pero, ha habido complicaciones... y... no hay manera. Tengo muchas veces un temor paseando por mi cabeza... ¿y si no llego a quedarme bien del todo?... cada vez que duele todavía, con cada dificultad... Y... entonces, me imagino a mí misma al final del proceso, curada, llevando zapatos de tacón. Hoy, domingo, puedo decir que, ironías de la vida, mi sueño se ha cumplido (¡lástima que se sea el sueño malo, en el que no podía usar los zapatos negros de tacón!)... todavía no puedo llevar tacones... en su lugar... llevo todavía las dos muletas. No hubo buenas noticias... sino malas...

Ante esto... ¡no me rindo! Ahora mismo, mientras escribo, me imagino con zapatos de tacón, pero no negros. Sigo el tratamiento con la misma ilusión que lo seguía al principio, cuando las noticias no eran tan malas. Supongo que necesito un pequeño milagro... así que... tendré que emplear un método de eficacia más que probada, la filosofía de un gran "consigue-milagros": de Vicente Ferrer... no hay que esperar el milagro, hay que salir a buscarlo. Voy a buscar tan bien... que... seguro que lo encuentro.




lunes, 3 de mayo de 2010

¿Por qué a mí, CNI?

Mientras leía hace tres días las declaraciones del Director del Centro Nacional de Inteligencia español no podía dejar de pensar en mi espía favorito: Pierce Brosnan haciendo de James Bond. Tan atractivo, con tanta clase, tan... no sé. Sólo de pensarlo...Pero Mr. Brosnan es tan inalcanzable. Por eso empecé a fantasear con un espía español, que se tirase desde un helicóptero en un lodazal y que se levantase impecable, con su traje impoluto, estirándose los puños de la camisa de esa forma tan... Brosnan. (Sí, ya sé, estoy mezclando muchas cosas, pero... es mi fantasía, puedo hacerla a mi gusto). Y eso de "capaz de interpretar un susurro en treinta idiomas" me puso a cien. Claro, alguien que no sólo entiende el susurro, sino que también lo interpreta, puede repetírtelo luego tal cual. Al poco rato, ya me sentía yo dentro de la escena:  un hotel de Moscú, con el lujo elegante de antaño y con vistas a la Plaza Roja. En el suelo, una corbata de seda enredada en el tacón de uno de mis zapatos de suela roja. Un espía moreno (producto nacional, por supuesto)  parecido a Javier Conde, con la boca más bonita del mundo, me susurra al oído secretos en treinta idiomas (de los cuales yo sólo entiendo veinticinco) empieza en pastún y luego sigue en dialecto argelino. Dialecto argelino... sólo de pensarlo...

Sigo leyendo, un titular, "ya no se vulneran los derechos de los españoles". Y se entiende que, anteriormente, se han vulnerado. El artículo, fuera de comillas, hablaba de escuchas, seguimientos y registros sin orden judicial. Y... el hotel de Moscú se convierte en mi piso, en una ciudad cualquiera a cuatro mil kilómetros. El espía moreno se vuelve calvo y no tiene corbata (y, si la tuviese, yo no querría que estuviese en el suelo, enredada en el tacón de mis zapatos;  es más, por alguien que viola comunicaciones, domicilios... nunca me pondría tacones). Medio calvo, medio rubio, ya no me abre la puerta de la suite del hotel; sino que abre la puerta de mi piso cuando yo no estoy. Me dan ganas de devolver. Me da asco de mis cosas porque las ha estado revolviendo. No me susurra en pastún al oído, porque ni siquiera habla pastún; me habla para jactarse de que es espía, de que entra en mi casa impunemente cuando yo no estoy, me repite fragmentos casi textuales de conversaciones que yo he tenido por teléfono con otras personas y me repite una y otra vez el verbo "investigar". Le miro de frente cuando me habla y... lleva una cicatriz en el labio.

Prefería no haber seguido leyendo. Con lo que me gustaba lo del pastún y los susurros y todo eso. Con lo eficaz que era mi Pierce Brosnan vestido con un traje a medida... Con lo bien que estaba yo en aquel hotel de Moscú escuchando los susurros al oido.

Yo tenía mi gran momento en Moscú (el pastún, los susurros y el hotel con vistas a la Plaza Roja).Y, de repente... alguien del CNI*  estropea mi gran momento (con todo eso de vulnerar los derechos de los españoles). Y... sólo puedo decir... ¿por qué a mí, CNI?

* con todos mis respetos a La Casa, como institución, y a los agentes que, en ella, trabajan en el marco de la legalidad.


Hotel National, Moscú

domingo, 2 de mayo de 2010

Tengo un secreto...

 ...conozco una dieta para adelgazar muy efectiva, sin hambre, sin ejercicio, sin medicamentos raros... de puro simple, es difícil; y no siempre se consigue. Pero... cuando tienes éxito con ella... no sólo adelgazas, sino que te mantienes delgada; sin contraindicaciones, sin contar calorías y ... comiendo chocolate. No hace falta tener un libro de instrucciones, ni siquiera una hoja de papel. De hecho, son sólo dos palabras: Ser Feliz. Cuando soy feliz, mantengo mi peso (a pesar del chocolate o las patatas fritas) y, cuando no lo soy, ni aún toda la ensalada del mundo consigue mantener mucho tiempo mis logros adquiridos con  hambre, sudor y lágrimas.

Voy a dar una pista acerca de mi estado actual: ¡llevo una 48!