Oye, ¿por qué no vas a Españoles en el extranjero?
"Porque no quiero". Es la respuesta que me viene de pronto, pero no la digo porque suena un poco brusca y, sobre todo, porque esa combinación de pregunta y respuesta da como resultado un pareado malo. Ésta es una pregunta que te hacen personas de toda edad y procedencia. No he averiguado todavía el motivo, pero casi siempre comienzan con la palabra "oye".
¿Cómo les digo que no me gustaría nada salir en la tele? A mí, eso de poner cara de naturalidad mientras te los encuentras "por casualidad" y los llevas como quien no quiere la cosa a ver algo típico de tu ciudad o que te vean con tu cara más mona salir del trabajo no me va mucho. Tampoco es lo mío abrir la puerta de mi casa (después de una sesión intensiva de limpieza general) con cara de "me pilláis de improviso, con la casa un poco desordenada y con unos pelos horribles".
¡¿Qué le voy a hacer?! Si soy así, si voy a lo mío. Los que me conocen ya lo saben. Y... soy consciente de que, en el fondo, he defraudado las expectativas de dos de mis tías, de mi amigo F y de mi primo M; pero, bueno, lo llevan bastante bien; todo porque a mí esto de decepcionarles me provoca un tremendo síndrome de culpabilidad, del que me curo trayéndoles, en cada vuelo que hago a España, tonterías típicas y bombones.
Dime algo en idiomaadoptivo
- A ver ¿qué quieres que te diga?
Reconozco que esto es un golpe bajo por mi parte. ¡¿Qué se le va a hacer?! Pura supervivencia. Así gano tiempo para pensar qué voy a decirles. Porque, a mí, no lo puedo evitar, esta pregunta me deja en blanco. Es difícil responder a la primera; es lo que tiene idiomaadoptivo: que está lleno de palabras y frases.
- No sé, dime lo que quieras.
¡Ah, listo! ¡Vaya derroche de imaginación la tuya! No se te ocurre a tí algo en tu propio idioma y se me tiene que ocurrir a mí en uno ajeno. Supongo que debería de tener una frase ya preparada, algo largo y que suene difícil; con lo que pueda lucirme.
Voy a encargarte una cosa (*)
Giorgio Morandi, Naturaleza muerta
El capítulo de los encargos es como para colgarlo en la Wikipedia. En los años que llevo en Paísadoptivo me han encargado traer o llevar las cosas más dispares. Eso sí, todas tienen un nexo de unión: el encargo es, por una cosa u otra, engorroso y la persona que me lo encarga es alguien con quien no tengo ninguna relación.
En esto de los encargos hay varios niveles. Según el tiempo que se necesita para comprarlo; la dificultad del transporte; la posibilidad de librarte...
Nivel 1: Que si "dos toallitas como ésta para unas amigas", "un desmaquillador de ojos", una "bufanda exactamente como esa que llevas puesta"... "y...¿sólo vale eso?! Anda cómprame un par, espera, que te doy el dinero" ("no hace falta que me des el dinero").
Nivel 2: "Un juguete para mi sobrino; vamos, si puedes" (traducción: en el aeropuerto -no sé si aún estará la tienda de juguetes- compro algo que va en una caja voluminosa. Hasta que llego al avión llevo las manos ocupadas -un horror- y, de vez en cuando, las esquinas de la supercaja me golpean la pierna. Además de mi equipaje de mano - ese en el que he metido algo un poco menos ligero de lo debido- tengo que acomodar la caja en la rejilla; esto requiere toda una logística, que empieza por embarcar de los primeros. Después de unas horas de viaje, cuando ya me he olvidado de mi amiga caja... tengo que cargarla hasta mi casa y luego, dos o tres días después, llevarla a su dueño).
Nivel 3: "Para Navidad, me traes un par de botes de medio kilo". Aquí ya estamos metidos de lleno en la desvergüenza. ¡Un kilo! En un bote de cristal, que puede romperse. Si me hubiese encargado la luna envuelta para regalo, habría tenido más posibilidades de que se la trajese.
Nivel 4: Este nivel es el máximo. "Ya que vas a España en Semana Santa, me compras unos cuantos buriles y betún de judea. Me pones tú el dinero, y ya te lo doy cuando vuelvas." No estaba soñando, ni había bebido, ni me encontraba bajo los efectos de ninguna sustancia extraña. Eran cuatro días, tres de ellos festivos; se supone que, en el día laborable, tenía yo que hacer algunas compras personales; además de que no da mucho tiempo para ver a todo el mundo. Y... ¡betún de judea en mi maleta!!!!! ... un escape, una rotura y ... además, ¡yo a esa señora casi ni la conocía! A partir de entonces, mis condiciones para aceptar encargos es "que no manche, que no pese y que no sea ilegal". Por si a alguien le interesa, la historia acaba con la señora discretamente molesta porque no se lo pude traer.
(*) Quedan excluídos los encargos de los míos, que a ellos yo se los traigo de muy buena gana y encantada de que los disfruten. Los dulces que llevo a casa, los bombones del chocoadicto, las tonterías que me encarga una amiga y que siempre las regala... Estas compras son para mí un pequeño gran placer.
Oye, como tú estás allí, podríamos ir
Hay personas que simplemente quieren un poco de información para no andar perdidos. Se nota a primera vista que tienen intención de no dar la lata, y, sobre todo, de alquilar su propia habitación de hotel o apartamento. Son inofensivos. No tengo ningún inconveniente en facilitar toda la información que pueda o en darles mi móvil por si necesitan algo.
Otras... buscan directamente el lote completo de sofá-nevera-baño-lavadora-servicio de guía turística. Directamente se llevan un "no" bien claro (eso sí, con mi más sincera disposición a facilitarles los datos de una agencia especializada en viajes a Paísadoptivo o, dado el caso, de un centro donde organizan cursos de idiomaadoptivo). Mi casa está abierta a los míos (que saben que tienen derecho a autoinvitarse cuando quieran) pero no es un hotel gratis para aprovechados varios con los que no tengo nada que ver.
"¿A cuántas horas de avión está?". "¿Tú no pensarás quedarte allí?". "¿Y la gente allí cómo es?"... "¿Hace mucho frío?". "¿Es muy difícil el idioma?". "¿Es bonito para viajar?"...