Ahí estaba yo en la sala de espera del traumatólogo, en medio de una de esas ceremonias importantes que marcan para siempre: ponerme el zapato izquierdo. Ni siquiera quité los restos de yeso que me quedaban en el pie; me puse un calcetín encima. Metí la mano en la bolsa ... ¡que bonito era mi zapato! ... Empecé a sentir cómo algo firme y a la vez flexible arropaba mi pie. Por un instante ... me sentí Cenicienta.Y... yo que andaba hacía tiempo buscando el principio de un nuevo cuento en mi vida...

viernes, 17 de febrero de 2012

El espía que me amó.

Sssss, María, soy yo. El que cada día flota en tu línea de teléfono para escuchar lo que dices. Soy el que sabe todo de ti, el que conoce cada matiz de tu voz. Tan sólo necesito oír una palabra tuya para saber cómo te sientes. María, cierto es que no te dejan escoger a quién espías; pero quiero decirte que tú no eres para mí tan sólo un trabajo. A veces paso el rato sentado en el taburete de la cocina, esperando a que suene tu teléfono. Y te escucho o simplemente te oigo. Te vigilo también en mis ratos libres; te lo repito, María, tú no eres sólo mi trabajo. No me conformo con tu voz; quiero mirarte cuando hablas. María, no quiero escucharte, quiero hablar contigo. Tengo tanto que decirte, pero sé que tú nunca me escucharías; sé que no te gusta lo que hago, ni cómo lo hago. Pero no te dejan escoger. Me gustaría que tú fueses de los míos y que escuchases mi teléfono. Te diría muchas cosas de un tirón y tú no podrías contestarme.

Soy el que sabe todo de ti, el que con una palabra tuya ya sabe cómo te sientes. María, estoy nervioso, no sé qué decirte. Es que yo soy más de escuchar. Hoy es San Valentín y sabía que no iba a atreverme a  hacerte un regalo. Hubiese acertado seguro, no en vano he leído todos los  informes sobre ti e, incluso, puedo decir con orgullo que yo he contribuido en algunos de los mejores. Hace ya mucho tiempo que sabía que no iba a atreverme. Un regalo de San Valentín es toda una declaración de intenciones.  Por eso te hice el regalo ayer, porque, la víspera deja siempre un espacio para la duda. Sí, María, era yo el que hizo las conexiones, el que preparó todo. El que dedicó horas y horas a que todo fuera perfecto. No, no era casualidad. Yo sé que tú siempre has querido que te regalasen una caja de música en la que suene "Para Elisa". Y he sido el único que te la ha regalado; aunque no de la manera que tú imaginabas que iba a ser. Yo hice las conexiones, yo preparé la música... ese era mi regalo de Víspera de San Valentín: tu caja de música. Por eso, ayer, cada vez que descolgabas el teléfono, no oías un timbre anodino, sino que "Para Elisa" sonaba sólo para ti, para María.



Mark Chagall, Cumpleaños.




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miércoles, 15 de febrero de 2012

Adios, piso (y II)



No quería seguir ni un minuto más en ese piso. Y no era un capricho ni una idea loca. Estaba Harta, con "H" mayúscula. Mi paciencia había sido excesiva y no tenía por qué aguantar más. Quería irme, de cualquier manera y a cualquier precio. Lo ideal hubiese sido encontrar el piso de mis sueños antes; pero, lo ideal sólo sucede en los cuentos y los cuentos son de mentira. Aunque ¿por qué no escribir yo misma mi propio cuento? Un cuento a mi medida, con un final feliz. La protagonista lograría escapar de la casa encantada. Correría muy rápido por el bosque; la primera vez que mirase hacia atrás, vería la casa un poco más pequeña; la segunda, no sería capaz de distinguir nada detrás de las ventanas; después, sólo vería una mancha borrosa. Ya no tenía que ir tan deprisa; aunque mejor no parar todavía. Una mirada rápida hacia atrás y ... la casa se ha esfumado, ya no se adivina ni siquiera el camino. No lejos, hacia adelante, hay un pueblo pequeño, con otras casas. Cuando llegue, podrá sentarse en el banco de la plaza, junto a la fuente, y beber todo el agua que quiera. No tiene casa todavía, pero tiene un banco y una fuente. De momento, no hace falta nada más.


Kazimir S. Malevich, Primavera,  jardín en flor.


Era domingo. Me quedaban menos de 36 horas. No sabía qué hacer; pero tenía algo muy claro: ni un minuto más en ese piso. Y... dejé  de ser la María sensata y reflexiva, que mira siempre donde pisa. Me iba del piso, el  "adónde" ya llegaría luego, simplemente me iba. 36 horas, el tiempo suficiente para organizar una mudanza muy rápida y encontrar un lugar donde dormir y dejar mi maleta.

Preparativos milimétricos; 24 horas literalmente sin parar y ... ¡lo conseguí!

Mis cosas están en un guardamuebles; yo, feliz, en la habitación 63, con una cara de tonta feliz... porque... quién lo diría, ahora que no tengo piso, me invade una sensación hogareña que no puedo con ella.

Busco piso, pero... despacio.



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domingo, 12 de febrero de 2012

Adiós, piso (I)

Los últimos días en el viejo piso fueron una auténtica pesadilla. Cuando miro hacia atrás, ni yo misma soy capaz de creer algunas de las cosas que sucedieron. Me sentía atrapada, con las manos atadas. No quería estar allí ni un minuto más; pero, al mismo tiempo, me resultaba complicado salir. Embarcarme en una nueva búsqueda de piso, hacer una nueva mudanza... me parecía una misión imposible: la de por sí escasa oferta de pisos de alquiler en esta época del año es todavía menor para una extranjera; el desembolso económico es muy grande y, además, dos años después del atropello, aunque aparentemente estoy bien, no he logrado, ni en mucho, llegar al cien por cien de mis posibilidades.

El casero apremiaba para renovar el contrato y yo no tenía ninguna gana de atarme durante más tiempo a ese piso. Fui dando largas todo lo que pude. Pero, el día D llegaba: tenía que pagarle ese mes y ya no podía dar más evasivas a lo de la firma. Deseé con todas mis fuerzas que sucediese algo que me diese unos días más y ... ¿creéis en los milagros? ¡yo sí! (normal, dada mi condición de católica).

- No puedo quedar con usted hasta el martes (era jueves) porque me voy de viaje.


No podía creérmelo. Tenía más de cuatro días para arreglar mi vida. Eso era todo un regalo.

Tuve uno de esos arranques terribles de esos que las personas tranquilas tenemos unas pocas veces en la vida: me lancé a la búsqueda de un piso.


  • Jueves por la tarde: busco. 
  • Viernes: Piso perfecto, un poco más pequeño que el anterior; pero me cabían todos los muebles. Hablo con un agente para que se ocupe de los trámites.
  • Sábado: El piso es bonito. Tiene una pequeña terraza cubierta, con esas vistas que sólo da un piso 20. Hay un montón de cosas (algunas, como es habitual aquí, auténticos trastos) que retirar. Va a gustarme mucho vivir aquí. ¡Prueba superada!
  • Domingo por la mañana: llamada del agente. No me alquilan el piso (por fin, no "pueden" retirar sus cosas). Faltan menos de dos días. Me ofrece esperar al mes que viene y buscarme otras alternativas... No sé... tengo que pensar. Me concedo un par de horas para la desesperación.   El martes viene el casero, no puedo retrasarlo. No quiero estar más tiempo en ese sitio... Es tarde para un plan B... Quiero llorar...  Pasado mi "tiempo de desesperación", me dedico a pensar, a tratar de encontrar alternativas. Doy vueltas, más vueltas y... llamo a mi agente:
- De acuerdo, vamos a buscar otras opciones. Tenemos unos días más.

Acababa de tomar una decisión: encontrase piso o no, yo no iba a dormir ni una noche más en esa casa.


Maria V.Yakunchikova- Veber. Desde la ventana de la vieja casa.




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martes, 7 de febrero de 2012

En la calle, menos 23 grados; dentro del camión se está bien. Sentada en el asiento del copiloto, encima de una manta clara de cuadros. Atrás, queda el piso en el que viví, que nunca fue del todo mi casa. No huyo, no me escapo de nada; simplemente, voy hacia adelante. A mi espalda, todas mis cosas. Camino de un guardamuebles en las afueras de Ciudadadoptiva.

En una cabina de un almacén: cajas, bolsos, maletas y algunos muebles. Dejo los apenas 10 metros cuadrados que son mi vida en Ciudadadoptiva al cuidado de un candado, un complejo sistema electrónico y un guarda de seguridad.

La habitación 63:  pequeña, sencilla, anodina y con vistas a la Catedral. Encima de la cama un edredón de estampado imposible (que compré con prisas en un hipermercado, después de una noche con frío). Me siento en casa. Miro por la ventana, me gusta la luz que irradia el suelo nevado cuando es de noche.

Estoy aquí, quieta, sin hacer casi ruido. Esperando a que pase algo... algo muy bueno.





Alexandr Labas,  Cohete.



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