... pero no para no ver nada, sino para concentrarte y ver más. No voy a darte descripciones que te faciliten las cosas; el esfuerzo va a ser tuyo, tienes que imaginar. Hoy, toca una historia desnuda, sin cortinas, ni paisajes, sin piano al fondo de la habitación y sin callejón oscuro. Ve viviendo lo que te cuento y... el escenario vendrá solo. Cierra los ojos... y quítate prejuicios de encima, cada historia es nueva y diferente, ¿tópicos? No sé... tú mismo. ¿Verdad? ¿Ficción? ¿Tú qué crees? Las pistas, en los detalles. Recuerda, has cerrado los ojos, ahora no lees, escuchas; todos tus sentidos están puestos en la historia; valora los detalles, si pueden ser inventados, o si, por el contrario son vividos. ¿Simplemente una historia? ¿Mi vida? Cierra los ojos...¡déjate llevar!
Ya te conté que un buen día hice la maleta y me subí a un avión que me dejó a cuatro mil kilómetros de distancia. Llevaba pocas cosas, poco dinero y... muchas ganas. Ganas almacenadas durante años... pero... de eso hablamos otro día. Comenzamos por el principio, el momento en el que mi avión aterrizó; lo que sucedió antes no es parte de la historia, es... prehistoria.
Bajaba la escalerilla del avión y no era capaz de pensar nada. Me sentía rara. Estaba en un lugar y en un momento en el que llevaba años esperando estar y... yo pensaba que iba a ser de otra manera. Creía que el aire me iba a transmitir un no se qué. Pero no, de momento nada; ningún rayo de extasis me entró por la cabeza. Fue cuando pisé el suelo. Algo primitivo, que venía de la tierra. Se me metió dentro una sensación que no me cabía en el cuerpo. Me vinieron muchas cosas a la cabeza y, a la vez, un instante de felicidad. ¿Sigues aún con los ojos cerrados? Mejor, no los abras.
No me esperaba nadie en el aeropuerto; ni falta que hacía. No era nueva en el país, había pasado allí dos o tres veranos y llevaba en la cabeza la dirección de un hotel no demasiado caro donde pasar dos o tres días hasta que encontrase piso, no necesitaba nada más. No me esperaba nadie en el aeropuerto, o, al menos, eso creo; pero no estoy segura. Nada más pasar el control de pasaportes, oigo mi nombre, con acento de mi ciudad. ¿No te parece increíble? Allí estaba F., un paisano mío que por aquel entonces trabajaba allí. ¡Qué casualidad! Había ido con su coche a esperar a dos personas, por motivos de trabajo. Y... me vió a mí. ¿No es curioso?
- ¡Qué sorpresa, María! ¡Qué casualidad que tú vinieses con ellos en el mismo avión! ¿Dónde vas? Te llevamos en el coche.
¿F.? ¿Quién es F.? ¿Qué es F.? No sé muy bien qué puedo decirte de F. para que, en dos palabras, lo conozcas. Mediana edad, llegó a hacer bastante dinero. Aprendió un idioma raro y, en el momento en el que tenía ya unos buenos conocimientos, apareció una oportunidad en el país del idioma raro que le iba como anillo al dedo (según los rumores, no fue cosa de suerte). ¿Tú crees en los rumores?
Mientras íbamos de camino al centro, pensaba en la casualidad, en que F. estuviese en el aeropuerto y me viese, no sé... era como si estuviese perdiéndome una parte importante de aquel trayecto en coche. Sí, claro, las conversaciones de teléfono de los últimos días. ¡Ahí estaba! Una persona, que, por cierto, era casi compañero de trabajo de F., me había dicho que alguien vendría a buscarme al aeropuerto y me dió un detalle, que... encajaba con el coche de F. En ese momento no entendí nada.
Ya lo sé. Te estoy contanto algo muy atípico. Que si es verdad, ¿a tí que te parece? ¿Tienes aún los ojos cerrados? ¿Sí? Entonces... ¡haz caso a tu intuición! No importa si no te enteras muy bien de qué va, a mí misma, que, al fin y al cabo, soy la contadora de la historia, me costó mucho tiempo saber qué era todo esto. Poco a poco, si tienes paciencia, día tras día, personaje tras personaje, situación tras situación... y, si en vez de leer, escuchas con los ojos cerrados, tú también sabrás de qué va todo. Pero... tendrás que fiarte de lo que tú pienses, porque yo nunca te diré si has acertado.
¡Mañana más!
Por si acabas de incorporarte a la historia:
Muy bueno! me encantó tu forma de escribir esta... ¿experiencia? ¿cuento?... bue.. que importa. Lo que importa es que me encantó y espero por la continuación. Aunque mientras lo espere voy a tener que abrir los ojos ;)
ResponderEliminarUn abrazo desde el fin del mundo!
Vale....ya te vale......otra que me deja esperando.....¿es una moda nueva o algo?.
ResponderEliminarQue te visito todos los dias igual para ver si has escrito algo nuevo...de veras....no tienes que hacer como Dumas para que vuelva.
Vale...esperaré.
;)
Compartimos la experiencia del exilio voluntario y me encanta saber que también compartimos aquel sentimiento de romanticismo y aventura que envolvió en su día mi decisión de echar tierra por medio.
ResponderEliminarCon curiosidad felina me dejas ...
Por cierto, donde yo vivo tienen un dicho que reza: la casualidad no existe; por si te sirve de algo ;)
ResponderEliminarSeguiré leyendo....
ResponderEliminarBien bien, manteniendo la tensión, aunque yo siempre termino por equivocarme en aquello que se me da la oportunidad de elegir.
ResponderEliminarEsta muy interesante, tendré que tener paciencia y esperar a que cuentes mas..., porque si tengo que adivinar la llevo clara, solo decirte que casualidades hay..., pero no si se llaman así...
ResponderEliminarBesos.
Gracias, William. Estoy segura de que, en tu caso, no hace falta cerrar los ojos. Hay segunda parte y tercera y...
ResponderEliminarBesos
Guardián del Faro: gracias por visitarme día a día. Ya sé que dejo ahí todo en el aire... pero... es que... es una historia muy larga y... ¡prefiero que sepa a poco que no que empache!
ResponderEliminarUn beso
Underprimo: ...pero no yo lo vivo como exilio. Exilio, para mí, implicaría: escapar; como tú dices, echar tierra por medio... no es mi caso.
ResponderEliminar¿la casualidad no existe? ¿seguro????? ¿ni siquiera un poquito?????
Pilar, gracias por seguir pasándote por aquí,
ResponderEliminarUn beso
Tom, no creas, yo tampoco soy muy buena eligiendo. Pero... ¡soy buena sacando partido de las malas elecciones! (Y supongo que tú también)
ResponderEliminarBesos
Gracias, Campoazul. Pues, yo, la verdad, en este momento no tengo muy claro lo de si existen o no las casualidades. Pronto cuento más.
ResponderEliminarUn beso
Me encantó eso de escucharlo y sentirlo con los ojos cerrados. Espero la continuación, yo sí creo en las casualidades, deriven en lo que deriven.
ResponderEliminarUn beso grande, y gracias por tu visita.
¿Sabes qué? Aquí me quedo. Me gusta mucho tu forma. En breve me pondré al corriente, pero ya te digo que me gustan muchas cosas que leí.
ResponderEliminarOtro beso.
Emigrar es echar (físicamente) tierra por medio; crear distancia con todo aquello que antes te rodeaba. Que sea voluntario o no es lo que le hace un exilio, y a su vez, la decisión de emigrar tiene algo de involuntario. No creo que nadie sea capaz de poder predecir todas las consecuencias que impone esa distancia. De ahí mi expresión deliberadamente paradójica de "exilio voluntario". Al menos, es así como yo lo he vivido y lo sigo viviendo.
ResponderEliminarEn cuanto a si la casualidad existe o no, es simplemente un dicho que tienen por aquí. Ni la ciencia ni mi experiencia de vida me han dado lo suficiente como para poder sacar una conclusión por mí mismo.
Pues oye que emocionante tu viaje, no?? Te seguiré a ver hacia donde va...
ResponderEliminarGracias, chica de la farmacia. Bienvenida y ... dulces y besos.
ResponderEliminarY... ¿a quién le interesa predecir las consecuencias de algo???? Al fin y al cabo, nada es totalmente predecible y, muchas veces, las predicciones sólo sirven como límite o autocensura.
ResponderEliminarDudu, bienvenida y gracias por tu visita.
ResponderEliminarBesos