Ahí estaba yo en la sala de espera del traumatólogo, en medio de una de esas ceremonias importantes que marcan para siempre: ponerme el zapato izquierdo. Ni siquiera quité los restos de yeso que me quedaban en el pie; me puse un calcetín encima. Metí la mano en la bolsa ... ¡que bonito era mi zapato! ... Empecé a sentir cómo algo firme y a la vez flexible arropaba mi pie. Por un instante ... me sentí Cenicienta.Y... yo que andaba hacía tiempo buscando el principio de un nuevo cuento en mi vida...

sábado, 24 de julio de 2010

IV

Tocaba mi primer cambio de jefe. Con el tiempo ha llegado a ser casi una rutina, pero, aquella era la primera vez y no sabía muy bien a qué enfrentarme. Eso sí, tenía muy claro que mis posibilidades de supervivencia eran directamente proporcionales a la rapidez con la que yo conociese a mi nuevo jefe y lograse adaptarme a su manera de trabajar. Para lo que no estaba preparada de ninguna manera es para todas las demás novedades, que, en ráfaga, iban a ir apareciendo en mi vida.



Los especiales consideraron que era el momento de comenzar abiertamente con mi proceso de captación. Para ellos era un trámite: creo que nadie rechaza sus ofertas. Conmigo se equivocaron en todo: en la forma, en el fondo, en las personas que emplearon... pero, el error más grande que cometieron fue pensar que yo iba a prestarme a eso. ¿Por qué no quería aceptar? Al fin y al cabo, mis posibilidades de negociación apuntaban maneras (supe desde el principio que necesitaban un perfil muy concreto y que yo era la única persona que encajaba). Con todo, dije no. Veía cosas que no me gustaban y mi intuición me gritaba que mejor pasar de largo. Sé que hice lo mejor, ellos mismos se han encargado de, día a día, demostrarme lo acertado de mi decisión. Me han enseñado cuáles son las cosas a las que se dedican, qué hacen con y a las personas. Desconozco la parte buena de lo que hacen; ya que, en el caso de que ésta exista, a mí no me la han enseñado. Por lo que yo he visto y he sentido en carne propia, la esencia de ese, por llamarle de alguna manera, trabajo consiste en, de una manera o de otra, traicionar y engañar. Es algo sucio que, por mucho que digan en las películas, no tiene casi nunca fines nobles o de servicio a una causa. Les mueve el dinero, el tener un puesto mejor ... y son capaces de lo que sea para conseguirlo. Bueno, de lo que sea, no. ¿Arriesgarse? ¿Jugarse la integridad física? ¿Meterse en una misión arriesgada pero necesaria? Eso no lo he visto nunca. Supongo que es mucho más fácil justificar su nómina indecente entreteniéndose en cosas como escuchar mis insulsas conversaciones telefónicas o en meterse en mi casa cuando yo no estoy. Soy inofensiva, no es peligroso para ellos seguirme cuando voy al supermercado, pinchar mi teléfono, o causar incomodidades a mi familia en España. ¿Violar mis derechos fundamentales? ¡Qué más da! Lo hacen desde la impunidad; creen que nadie va a poder con ellos.


“Cuenta las cosas tal y como me las estás contando a mí. Cualquier persona que sepa algo acerca de especiales sabrá que lo que dices es verdad. Es así como sucede, si no te hubiese pasado, no podrías hablar así, hay cosas que no sabrías”. Las palabras eran otras, el sentido era éste. Hace ya años... yo contaba mi historia a una persona con unos más que buenos conocimientos sobre estos temas. Yo le decía que, de muchas cosas, había pruebas guardadas. Todavía están por ahí; pero esa persona me abrió los ojos al decirme que, bastaba simplemente con hablar. Decidí dejar de estar callada, hablar mientras tenga cosas que decir. Ellos marcan la pauta, yo no creo, no invento, soy narradora. No he añadido ni puntos ni comas a esta historia; de hecho, la encontré, tal cual, en un manuscrito; un manuscrito peculiar: yo soy el papel. Voy a ir, poco a poco, rápido o lento, no depende de mí, transcribiendo, nada más que transcribiendo. El día en el que se me acabe el material, ya no podré escribir ni contar nada más; la palabra “Fin” la pondrán los especiales, cuando acaben de escribir el último capítulo.



Jacqueline con las manos cruzadas, Picasso.


Por si acabas de incorporarte a la historia:

8 comentarios:

  1. Excepcional historia, digna de ser narrada en un libro, es interesante y deja ganas de saber más y más, por ello me mantengo expectante...

    Besitos.

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  2. Muy interesante, la verdad que sí. Te sigo aunque tenga poco tiempo.

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  3. Hola María!
    Gracias por tu comentario en el blog, he leído un poquito del tuyo.
    Lo mío es el azúcar y lo tuyo las letras!!! ;-)
    Encantada!

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  4. Gracias, Tom, por dedicar parte de tu ahora poco tiempo a leerme. Oye, pero... esto del poco tiempo... no nos va a dejar sin que escribas nada ¿verdad?????

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  5. ¡Hola, Teresa! Gracias por pasarte por aquí. Nooo, si lo mío es también el azúcar y ...el chocolate y... sólo que de otra manera que en tu caso, tú eres creativa (haces unas tartas preciosas, que seguro que están buenísimas) y yo... soy más del lado "destructivo", ¡me como las cosas que otros hacen con el azúcar!

    Un beso

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  6. Te sigo....como siempre...pero no diré nada hasta el final. Que conste que esto de hacerme esperar tanto me sienta fatal.

    Y más si me gusta......
    (¿es mi impresión o suena a otra cosa?)

    ;D
    besos guapa

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  7. Guardián del Faro, ya sé que va un poco lento, pero, es que... es así. Yo no puedo cambiar el ritmo de la historia. Bueno, y que, de todos modos, como puedes ver, yo no soy de las que cuenta las cosas tipo "llegué, ví y vencí". ¡Espero no defraudar a tu paciencia! Me alegro de que te guste y ... no suena a nada, ¡esa es tu impresión!

    Besos

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