Tan feliz, con mis maletas camino al aeropuerto. Me tocaba viaje a España, uno de esos viajes para pocos días. Salía de casa, iba bien de tiempo, pero con maletas; así que, para llegar a la Terminal 2, tenía que usar la “combinación B”, taxi + microbús. (La “combinación A”, metro + microbús, es para mucho tiempo y poco equipaje y, en caso de mucho equipaje y poco tiempo, toca la “combinación” C. Si voy directa desde el trabajo, esto ya es otro cantar: entonces entra en la categoría de deportes de riesgo – mi avión sale dos horas después de que finaliza mi jornada laboral-).
Iba muy bien de tiempo, así que no hacía falta llamar a un taxi oficial; podía parar uno pirata en la calle (en mi país adoptivo se para cualquier coche particular y se acuerda un precio). Una vez que mi voluminoso equipaje y yo estábamos ya dentro del coche, el conductor empieza a darme conversación. Lo normal en estos casos, sobre todo si eres extranjera, es que te interroguen. Afortunadamente ya me sé el cuestionario y llevo ya todas las respuestas inventadas de antemano.
- ¿A casa?
- Sí, a casa. Salgo para España.
Y empieza a desviarse del guión previsto. Me pregunta que si tenía un piso alquilado. Sigue con las preguntas: que cuánto pagaba. Como no tenía muchas ganas de contestar a esa pregunta y tampoco era como para dar una contestación tajante, me fuí por las ramas y dije una pequeña mentirijilla: que no lo sabía, que de eso se ocupaba mi empresa. Y... sigue el interrogatorio: que si yo no le podía dar el teléfono de mi casero. Bueno, esto ya era el colmo. ¿Acaso este buen hombre quería echarme de mi casa?. “Es que, verá, mi mujer y yo estamos buscando un piso”, ahora ya no me cabían dudas, ¡qué morro! Querían quedarse con mi apartamento, con lo que me costó encontrarlo y lo engorrosa que fue la mudanza. Aquello empezaba a no gustarme mucho. De todos modos, yo quería llegar al aeropuerto, mis maletas iban en su maletero (lo cual descartaba toda posibilidad de bajarme del coche en el primer semáforo), sólo me quedaba la vía diplomática: “Verá, es que mi casero no tiene más pisos para alquilar; el que yo vivo es el único que tenía disponible y … ahora, de momento, lo ocupo yo. Pienso que su teléfono no va a serle a usted muy útil”. El taxista me escucha detenidamente y con su mejor cara de “¡vaya malentendido!” me dice:
- Como me ha dicho que salía para España y con todo ese equipaje... yo creía que usted regresaba definitivamente.
En aquel momento mis ojos se abrieron y conocí la Gran Verdad:
Suelo viajar con demasiado equipaje.
Jajajajajajajaja! ¿Por qué será que las mujeres salimos con todo el ropero en las maletas, aunque sea por tres días?
ResponderEliminarMe encantó tu entrada.
¡Muchos besos!
¡Qué habitual en nosotras! Si me voy de viaje de fin de semana, cuando acabo de llenar la maleta y un bolsito de mano donde van los zapatos, veo que El Ese ha metido todo lo suyo en...una bolsa de deporte.
ResponderEliminarTengo un curiosidad tremenda por saber en que país vives.
ResponderEliminarYo no, solo viajo con una maleta, pero graande si es para más de dos días.
jejeje, eso es algo que suele pasar. Yo antes viajaba con pocas cosa,s pero desde que tuve críos y aumentó el tamaño del maletero, ahora parece que nos vamos a la guerra aunque sólo sea de fin de semana.
ResponderEliminarLo que mas ocupan en esas maletas son los porsiacasos, está claro :)
ResponderEliminarSiempre me produjeron sospechas las preguntas extrañas de los desconocidos... (Genuial tu descripción de alternativas de transporte).
ResponderEliminarJajajajaja
ResponderEliminarCreo que ese es un defectillo que tenemos muchas...
Pobre hombre, jajajajaj
Yo creo que el taxista era uno de esos tipos que te vigilan. Yo lo vi en una película.
ResponderEliminarChica de la Farmacia,
ResponderEliminar¡Porque somos prevenidas!
¡Una maleta de besos!
Dra. Anchoa,
ResponderEliminarSeguro que, cuando llegáis a vuestro destino, El Ese descubre que le faltan un montón de cosas y agredece teneros a tí y a tu maleta para que le ayudéis. Además, mejor que sólo lleve una bolsa de deporte; así podrá ayudarte a llevar tu maleta.
Pseudosocióloga,
ResponderEliminar¡Con una sola! Será un maletón.
¡Hola Alcorze!
ResponderEliminarBienvenido.
Supongo que, viajando con niños, no importa llevar cincuenta maletas, con tal de que en el destino no falte de nada. ¿Los tuyos son de los que meten polizones en el equipaje familiar? (Yo, de pequeña, era experta en el tema)
¡Hola, Neko!
ResponderEliminarSi, los porsiacasos, lo malo es que no llegas a utilizar nada de tus veinte kilos de porsiacasos; pero, al llegar, te das cuenta de que deberías haber metido no sé qué cosa que pesa sólo cien gramos y que, encima, esa pequeña cosita no te es posible conseguirla en tu lugar de destino.
¡Muchas gracias, Hiperbreves!
ResponderEliminarDe todos modos, me parece que ese desconocido, más que sospechoso, era "pesao"
Teresa,
ResponderEliminarGracias, me sirve de consuelo.
Peregrino,
ResponderEliminarNo sé, creo que este hombre más bien tenía pinta de ser uno de esos que, no sabe cómo, siempre cae en medio.