Ahí estaba yo en la sala de espera del traumatólogo, en medio de una de esas ceremonias importantes que marcan para siempre: ponerme el zapato izquierdo. Ni siquiera quité los restos de yeso que me quedaban en el pie; me puse un calcetín encima. Metí la mano en la bolsa ... ¡que bonito era mi zapato! ... Empecé a sentir cómo algo firme y a la vez flexible arropaba mi pie. Por un instante ... me sentí Cenicienta.Y... yo que andaba hacía tiempo buscando el principio de un nuevo cuento en mi vida...

miércoles, 15 de febrero de 2012

Adios, piso (y II)



No quería seguir ni un minuto más en ese piso. Y no era un capricho ni una idea loca. Estaba Harta, con "H" mayúscula. Mi paciencia había sido excesiva y no tenía por qué aguantar más. Quería irme, de cualquier manera y a cualquier precio. Lo ideal hubiese sido encontrar el piso de mis sueños antes; pero, lo ideal sólo sucede en los cuentos y los cuentos son de mentira. Aunque ¿por qué no escribir yo misma mi propio cuento? Un cuento a mi medida, con un final feliz. La protagonista lograría escapar de la casa encantada. Correría muy rápido por el bosque; la primera vez que mirase hacia atrás, vería la casa un poco más pequeña; la segunda, no sería capaz de distinguir nada detrás de las ventanas; después, sólo vería una mancha borrosa. Ya no tenía que ir tan deprisa; aunque mejor no parar todavía. Una mirada rápida hacia atrás y ... la casa se ha esfumado, ya no se adivina ni siquiera el camino. No lejos, hacia adelante, hay un pueblo pequeño, con otras casas. Cuando llegue, podrá sentarse en el banco de la plaza, junto a la fuente, y beber todo el agua que quiera. No tiene casa todavía, pero tiene un banco y una fuente. De momento, no hace falta nada más.


Kazimir S. Malevich, Primavera,  jardín en flor.


Era domingo. Me quedaban menos de 36 horas. No sabía qué hacer; pero tenía algo muy claro: ni un minuto más en ese piso. Y... dejé  de ser la María sensata y reflexiva, que mira siempre donde pisa. Me iba del piso, el  "adónde" ya llegaría luego, simplemente me iba. 36 horas, el tiempo suficiente para organizar una mudanza muy rápida y encontrar un lugar donde dormir y dejar mi maleta.

Preparativos milimétricos; 24 horas literalmente sin parar y ... ¡lo conseguí!

Mis cosas están en un guardamuebles; yo, feliz, en la habitación 63, con una cara de tonta feliz... porque... quién lo diría, ahora que no tengo piso, me invade una sensación hogareña que no puedo con ella.

Busco piso, pero... despacio.



Por si acabas de incorporarte a la historia:




8 comentarios:

  1. ¿Y ahora qué vas a hacer...?

    Interesante. Cuando uno no quiere seguir en un lugar, todo lo ve mal y lo mejor es irse.

    te sigo.

    mariarosa

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  2. Conozco esa sensación de tranquilidad y felicidad completa cuando una deja atrás algo que le resulta un sinvivir. Espero el siguiente capítulo, a ver cómo conseguiste el piso XD.

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    1. El siguiente capítulo está todavía sin escribir. Todavía no tengo otro piso; mis cosas siguen estando en un guardamuebles.

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  3. ¡¡Genial!! Te has ido sin cargas..., eres libre y eso no hay dinero que lo page, la libertad y la felicidad no tienen precio.

    Besitos.

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  4. Me tiene muy intrigado como vas a resolver el problema de la vivienda. Es vivir la aventura de la incierto, con la emoción de lo desconocido.
    Un beso.

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    1. No sé cómo resolver el problema; pero no me preocupa. Sé que todo irá bien.

      Besos

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