Ahí estaba yo en la sala de espera del traumatólogo, en medio de una de esas ceremonias importantes que marcan para siempre: ponerme el zapato izquierdo. Ni siquiera quité los restos de yeso que me quedaban en el pie; me puse un calcetín encima. Metí la mano en la bolsa ... ¡que bonito era mi zapato! ... Empecé a sentir cómo algo firme y a la vez flexible arropaba mi pie. Por un instante ... me sentí Cenicienta.Y... yo que andaba hacía tiempo buscando el principio de un nuevo cuento en mi vida...

domingo, 14 de octubre de 2018

La espía que vigila mi puerta (I)

Cuando conocí a Olga Nikolaevna ella estaba riñendo a los que se encargan del mantenimiento del patio. Al parecer ella les había dicho que no tirasen no sé qué cubo de agua en no sé qué sitio. Olga Nikolaevna estaba nerviosa y transmitía un poco de lástima. Daba la impresión de estar buscando alguien a quien ella considerase de menor categoría laboral para poder volcar en él su complejo de inferioridad. Y, al parecer, lo había encontrado: alguien que limpiaba el patio y sacaba la basura; que en invierno quita la nieve y que madrugaba más que ninguno y que... a diferencia de ella... no era nativo de Paísadoptivo. 

Y es que ser portera en País Adoptivo no es lo mismo que ser portera en otros sitios. A cambio de los menos de cinco euros que paga cada uno de los ochenta vecinos de la casa, tiene que permanecer en la portería 12 horas al día, seis días en semana. Un trabajo para personas que no tienen otra cosa, recién llegados, jubiladas que quieren completar ingresos... Al menos, pueden dormir en la portería y así no tienen que pagar alquiler... Muchos vecinos ni saludan y son indiferentes a que esa persona pase el día (y muchas veces la noche) en ese pequeño habitáculo a cambio de casi nada. Yo me llevaba bien con las anteriores porteras; había una especie de corriente de simpatía mutua entre ellas, centroasiáticas, y yo, española; al fin y al cabo, éramos extranjeras en Paísadoptivo, donde no siempre se recibe bien al de fuera. Nos saludábamos por la mañana con una sonrisa y ellas sabían que yo me llamaba María y que era española. De vez en cuando hablábamos de cosas de extranjeras, como, por ejemplo, la suerte que suponía contar con Skype o... incluso, de temas mucho más domésticos, como aquel día que Gulnara me dijo que tenía que pasarme, sí o sí, por el local de al lado, porque vendían unos abrigos de piel muy baratos. El tiempo que estuvo Olma no solían faltarme buenos deseos por la mañana cuando salía de casa o cuando regresaba... ¿no es genial que alguien te desee un buen día cuando sales de casa o una buena noche cuando regresas? Y, si además, tú correspondes deseándole también todo lo mejor para ese día / esa noche... acabas rodeada de buena onda o de buenas energías o de buenas vibraciones... o como cada uno le llame. Eran amables, estaban ahí todo el día y, además, cada mañana cuando salíamos de casa, gracias a ellas teníamos el patio limpio. A cambio no recibían mucho de los vecinos, ni dinero ni consideración. Por mi parte, siempre les pagaba un poco más cada mes y el Día de la Mujer Trabajadora les regalaba té y bombones*.


Olga Nikolaevna, la nueva portera, es diferente. Irradia algo desagradable; trata con displicencia a los que limpiaban el patio y, sobre todo, parece tenerse a menos de ejecutar las funciones propias de su trabajo. Así, en lugar de estar en la portería, pasa todo el día en la calle, en el banco que hay junto a la casa, hablando con las vecinas y de espaldas a la puerta (que, invariablemente, deja abierta, como invitando a entrar a todas las visitas no deseadas). Olga Nikolaevna tiene un no sé qué raro; toda ella es atípica y extraña. Estoy convencida de que padece claustrofobia, o algo parecido. Siempre con la portería y el portal abiertos; se pasa el rato en la calle y ... le dan repentinos ataques de nervios cada vez que se nombra el tema de que hay que cerrar la puerta. Desde el primer momento vi en ella ese aire que tienen las antiguas agentes de la "Kappa Gamma Beta" (no las sofisticadas que aparecen en las películas, sino las de andar por casa; quienes, así, dicho entre nosotros, resultan un tanto toscas y burdas).

Olga Nikolaevna tiene muchas cosas que no me gustan. No disimula su desagrado por los extranjeros y no puede desprenderse de ese tufo clasista que se le pegó hace muchos años. No sabe adaptarse a las diferentes fases de la vida y carece del más mínimo autocontrol. Y... miente (y, encima, miente fatal); no soporto la mentira. Y... cuando mezcla todos sus defectos, comete errores de principiante. 

Olga Nikolaevna cometió conmigo un error grave: mirarme por encima del hombro por ser extranjera y pensar que yo era como otros extranjeros que tienen que callar porque no están en situación de contestar. No me considero superior a nadie; pero tampoco inferior y, mucho menos por el hecho de que la vida me haya llevado a vivir lejos de mi país. Y, por eso, y por otros extranjeros que no pueden permitirse hablar, siempre planto cara a este tipo de personas.

Olga Nikolaevna había hecho un comentario acerca de la hora a la que yo regresaba a casa, no era un comentario grosero, pero sí impertinente. Yo estaba llegando a las 11 un día de trabajo y ella hizo notar que era muy tarde.  Olga Nikolaevna nunca jamás se hubiese atrevido a hacer esa observación a una vecina nativa de Paísadoptivo. Ese día yo mantuve las formas y no hice ningún comentario; mi umbral de resistencia ante las provocaciones es muy alto. Yo, simplemente, espero el momento adecuado para aclarar los malentendidos y... llegó el día... Era el día en que me tocaba pagar a Olga Nikolaevna. 

Decidí que ese mes no iba a pagarle el dinero extra; tan solo el que tenía estipulado. Al fin y al cabo, no solo no aportaba nada positivo a los vecinos, sino que, era un elemento negativo: debido a sus costumbres de mantener la puerta abierta, la casa era menos segura, cualquiera podía entrar e, incluso, quedarse agazapado en un rellano por la noche y, por otro lado, tenía un carácter muy desagradable.

Respiré hondo y me encaminé a la portería. Adopté un papel que no me gusta nada, pero que era el único que, a mi parecer, podía neutralizar a Olga Nikolaevna: subí la nariz y puse a mirar a O.N. desde arriba, con esa corrección fría y distante de los que están muy por encima en la jerarquía.  Le  pagué y le dije que quería comentarle algo; que hacía unos días ella me había hablado de una forma inapropiada y que se lo decía para que no volviese a hablarme así. Y... en ese momento me dí cuenta de que era muy probable que nadie hubiese hablado nunca a Olga Nikolaevna como lo estaba haciendo yo y... poco a poco, empezaba a abrirse la caja de Pandora... esa caja de la cual, entre otras cosas, empezaba a salir la ira de Olga Nikolaevna, y, con su ira, su incontinencia verbal y... acabó jactándose de su anterior oficio... 



"Irse de la lengua es ayudar al enemigo"
(Póster soviético)



(*) Regalar té y bombones, es, en Paísadoptivo, un regalo muy frecuente para una mujer: es neutro y siempre apropiado; es como un reconocimiento, o un agradecimiento.

domingo, 23 de septiembre de 2012

En todo este tiempo...

... me han pasado algunas cosas:


  • he vivido una temporada en un hotel barato a las afueras de Ciudadadoptiva
  • he buscado piso
  • al final, he encontrado un piso horroroso
  • las caseras han resultado ser tipo la niña del exorcista (sobre todo la madre)
  • mis cosas han "sufrido" algún percance en el guardamuebles y ... tengo que tirar casi todo
  • he matado mi primer ratón.



... he aprendido otras:


  • que mi auténtico hogar está dentro de mí. 
  • que no pasa nada por tirar mis cosas (a las que, por cierto, estaba apegada). Las compré para hacerme la vida cómoda y, ahora, tras el "percance" me la hacen incómoda... así que ... no tiene ningún sentido conservarlas.
  • que puedo hacer mucho más de lo que imaginaba.
  • que tratar de darle a un ratón con un palo de escoba, mientras corre haciendo círculos, no es un método efectivo para matarlo.


... he mirado dentro de mí:


  • el paisaje es horizontal y sereno y, en el cielo, eso que me pide siempre mi Princesa Bicho  que le dibuje: un sol con sonrisa.


Alexandr Labas, Koktebel (Crimea). Bruma matutina

lunes, 21 de mayo de 2012

Trucos multiuso.


Robert R. Falk, Muebles rojos.

Hace ya un tiempo, alguien que conocía mi afición a pintar y barnizar muebles me pidió que le escribiera en un papel los pasos para barnizar un taburete viejo que tenía por casa. Le apunté todos los pasos y, además, unos cuantos puntos básicos a la hora de trabajar con acabados de madera. Mientras escribía, me dí cuenta de algo muy curioso: que los consejos básicos para trabajar con madera funcionan, eso sí, con unas pequeñas adaptaciones, a la hora de relacionarnos con otras personas. ¡A ver qué os parece!

  • Hay que trabajar la madera siempre en la dirección que marca su propia veta. De otra forma, estás condenado al fracaso.
  • Un barnizado o pintura impecables son el resultado de una cuidadosa preparación de la madera. Para que quede bien, no basta con llegar y darle unos brochazos de barniz. Requiere un proceso previo, casi un ritual, que hay que cumplir con esmero.
  • Identifica a tiempo los muebles de los cuales no puede sacarse nada por mucho empeño que se ponga. Ese mueble es un trasto inútil. ¡Sé realista desde el principio! De lo contrario, cuando te des cuenta, habrás desperdiciado tiempo, materiales, trabajo y ...¡expectativas!
  • En la restauración de un mueble, hay que ir siempre de menos a más. Hay que empezar por el procedimiento más suave y,  sólo si éste no funciona, pasar a otro más invasivo.
  • A veces, no queda otro remedio que utilizar un producto agresivo. En ese caso, nada más terminar, hay que aplicar una sustancia que lo neutralice.
  • ¡Cuidado con la carcoma! Una vez que ha entrado, eliminarla es un proceso muy trabajoso y, además, el mueble ya nunca queda igual: bien sean esos pequeños agujeritos no muy profundos que se rellenan con cera (que siempre se acaban notando, porque, además, tú sabes que están ahí) o incluso esas galerías que debilitan tanto la pieza que hay que consolidarla con resinas endurecedoras.
  • En un chamarilero pueden encontrarse tesoros: unas veces bajo una capa de mugre, otras, bajo cinco de pintura. Están ahí, esperando a que sepas verlos y devolverles su encanto.
  • Trabaja siempre con una bata, unos guantes o, incluso, si te hace falta, con una mascarilla. Para que el mueble quede bien, no es imprescindible que tú te estropees la ropa, ni que te manches las manos, ni que respires el  gel quitapinturas ... 
  • La madera no es plástico; es algo vivo. Hay que tener en cuenta que las condiciones ambientales que la rodean van a influir mucho en su aspecto.
Y, sobre todo, que incluso el mejor y más elaborado de los muebles, esa pieza perfecta y con un acabado impecable, requiere unos cuidados de mantenimiento. 


sábado, 28 de abril de 2012

El casting.

"Buscáis la fama, pero la fama cuesta, y es aquí donde vais a empezar a pagar, 
con sudor"

No me queda otro remedio. Tarde o temprano voy a tener que presentarme al casting. No es que haya decidido presentarme a "Tú sí que vales"; y ¡ya me gustaría! pero, tengo que confesar algo, de pequeña, en la función de fin de curso del colegio yo sólo aparecía en el número en el que actuábamos toda la clase (ahora que lo pienso, una vez "actué" con la clase de mayores: buscaban a dos niñas de seis años que fueran capaces de estarse quietas mucho rato; supongo que ya habréis adivinado: yo representaba un papel secundario, aunque lleno de "matices interpretativos", ¡hacía de estatua en un museo de cera!). 

De todos modos, aunque mi casting no sea artístico, no debe ser infravalorado. Que no haya que saber cantar, ni bailar, no significa que no requiera unas ciertas habilidades. De hecho, tengo ya mariposas en el estómago y eso que tengo mucha experiencia en este tipo de situaciones y una gran confianza en mis talentos. Llegado el momento, de algún lugar oculto me sale una no mala capacidad de actuación y unas elevadas dotes de improvisar y de lanzar respuestas rápidas y certeras. Pero, hay que ser realistas, una actuación brillante en un casting no siempre te garantiza llevarte el papel.


Edgar Degas, Espera

Tampoco es que vaya a hacer una entrevista de trabajo ni que me presente a "¿Quién quiere casarse con mi hijo?". Voy a presentarme a un complicado casting, el de inquilinos que, ante la estricta mirada de un exigente casero, aspiran a alquilar su piso en Ciudadadoptiva. Porque un casero que se precie no sólo aspira a encontrar un inquilino solvente que le pague el alquiler exagerado que pide, que no le destroce el piso y que no llame excesivamente la atención de sus vecinos más suspicaces. Un casero que se precie pide mucho más: un inquilino "hecho a medida", que cumpla todos los requisitos que a él se le antojen. Porque, un casero que se precie es consciente de que al alquilar su piso no es un negocio redondo lo que está haciendo (no hay que dejarse confundir por el elevado precio de los alquileres, ni por el estado que presentan muchos de los pisos), no, lo que él hace es un favor y el inquilino, como destinatario de ese gran regalo, debe de ser agradecido.

Leo los anuncios. Y no encajo en casi ninguno de los perfiles. No soy una familia Paísadoptivense (condición estrella); ni siquiera soy Paísadoptivense. Soy extranjera y vivo sola (¡altamente sospechoso!). Aunque no fumo, ni soy centroasiática (¡dos puntos positivos!). A mi favor, que no tengo animales ni niños (no entiendo por qué siempre ponen estos requisitos juntos; ¡ni que el niño fuera un dobermán o un gato arañapuertas!). Aunque, ¡nunca se sabe!, a veces hay quién se sale de la norma y busca un inquilino diferente. Como ejemplo, ahí van unos cuantos requisitos encontrados en anuncios reales: 

- Que tengan niños.
- Que no tengan niños menores de cinco años.
- Que sean ortodoxos.
- Que no sean musulmanes.
- Que estén casados.
- Consideraremos distintas posibilidades: matrimonio o pareja, dos mujeres, una persona sola (hombre o mujer). Abstenerse dos hombres.
- Admitimos animales pequeños.
- Sólo extranjeros de Europa occidental.
- Sólo una persona.
- Una familia de no más de cuatro personas.
- Se admiten centroasiáticos; pero entonces el precio se incrementará en un veinticinco por ciento.

Claro, que también está el casero de mentalidad abierta, el que, como único requisito, pide solvencia.

Por supuesto yo no encajo en los anuncios; pero... ¡porque yo soy mejor! Mi perfil como inquilina es tan alto que ¡¿cómo iban a planteárselo al redactar un anuncio?! Soy, nada más y nada menos, que una española con toda la documentación en regla (a cierto tipo de caseros funciona decirles, con un cierto tono de superioridad, "mi documentación está súper en regla". Lo del "súper" junto con el tonillo son mano de santo). Lo de trabajar en La Oficina (un sitio conocido en Ciudadadoptiva) me da un halo de respetabilidad;   (¡si supieran! pero no pretendo sacarlos de su feliz ignorancia). Además, vivo sola y eso es una gran ventaja: hago mucho menos ruido y no doy problemas con los vecinos. 

Dentro de un tiempo, me presentaré a algún casting; pero sólo a los buenos. Si no me gusta, yo seré la que rechace. Y, aunque no encajo en el perfil, haré que el casero se convenza de que eso es porque él no había buscado el perfil idóneo: el mío. Y, cuando llegue el gran momento, bordaré ese papel que siempre convence en estos casos: mi personaje "María tres d" (divina, decidida y dulce). Y...¡no se resistirán!

Fin de: "Por qué me da pereza buscar piso (II)".

jueves, 26 de abril de 2012

Por qué me da pereza buscar piso (I)


Mitislav V. Dobuzhinsky, Casita en Petersburgo


Primer motivo por el que me da pereza ponerme a buscar piso: porque los anuncios de pisos son difíciles de entender.

Estoy segura de que en cada agente inmobiliario de Ciudadadoptiva hay un escritor frustrado; alguien que vuelca su vocación literaria en la redacción de anuncios de pisos. Ellos no sólo utilizan el idioma, es que lo enriquecen con sutiles matices, con figuras literarias; incluso hay algunas palabras de idiomaadoptivo que adquieren otro significado cuando son utilizadas por los agentes inmobiliarios.

Estado del piso: medio. En pocas palabras: el piso está mal.

Necesita reforma cosmética. Hace años que nadie se molesta en cuidar el piso. Tiene el papel en mal estado, el baño horrible, los armarios de la cocina viejos y el suelo es algo indescriptible.

Con reforma cosmética. Hemos hecho un apañito, uno pequeño; que, para uno grande no había dinero. No hemos cambiado la cocina (que estaba ya un poco vieja), ni el baño. Pero, eso sí, hemos empapelado y hemos puesto un par de lámparas en el techo.


Euroreforma. En teoría, significa que el piso está bien; cocina y baño nuevos; suelos en buen estado (parquet, baldosa o pergo); puertas nuevas... Pero, no siempre es así. Los pisos son para sus dueños como los nietos para sus abuelos: todos son monísimos de la muerte. ¿Acaso alguna abuela dice que su nieto es feo? Recuerdo un piso del que decían que tenía una "euroreforma": entre otras "lindezas" tenía un balcón sucio y viejo que olía a gato.

Obra nueva con reforma hecha por el constructor. (En Ciudadadoptiva suelen entregar los pisos nuevos sin terminaciones, es decir, una caja de cemento, sin divisiones y sin baño ni cocina. Luego, el propietario lo reforma a su gusto. También existe la posibilidad de que la reforma la haya hecho el constructor). Quiere decir que la casa es nueva, pero que por dentro será fea: cocina barata, baño de mala calidad, suelos posiblemente de sintasol... 

Reforma municipal. Parecido a la anterior. Sólo que, en este caso, el piso, además de feo, parecerá viejo.

Proyecto/ reforma de diseño. Iluminación rara; techos parcialmente a dos niveles, con focos encastrados. Colores imposibles en las paredes. Además, te cobrarán más.


Piso acogedor. El piso no está muy bien; pero, al menos no está excesivamente descuidado. Aunque, eso sí, todo es muy viejo y, posiblemente, tenga una moqueta con unas cuantas manchas. Su decoración es un viaje  en la máquina del tiempo (no precisamente hacia el futuro) y, casi seguro, tiene una alfombra en tonos rojizos colgada en la pared de detrás del sofá.

Con un mínimo de muebles. Tiene un surtido dispar de muebles, de manera que, posiblemente, unos te sobrarán, otros serán feos y carecerás de alguno de los más imprescindibles. Estos muebles son todos los que el casero no pudo o no quiso llevarse a su nuevo piso o a su casa en el campo. ¡Cuidado! Muchas veces van incluidos dos especímenes muy peligrosos, que, indefectiblemente, el casero (diga lo que diga antes de la firma del contrato) no retirará: el armario armatoste y el mueble de entrada feo, que ocupa mucho sitio y en el que no cabe nada.

Sin muebles. ¡Ojo! El casero puede estar tratando de "colocarte" el mueble de entrada y, tal vez, el armario. Algunas veces, hay una mesa de cocina con sillas (que no siempre son como de revista de decoración).

La distancia al metro. La primera vez que busqué piso, a medida que iba leyendo anuncios y viendo pisos, me daba cuenta de que a mí me habían enseñado los números en idiomaadoptivo todos confundidos. Resulta que yo interpretaba que un piso estaba a cinco minutos del metro; seguro, lo miraba en el diccionario y era cinco; pero, nada de eso: cuando iba a ver el piso, el cinco se convertía en doce. El doce en casi treinta... Muy importante: los números, cuando van escritos en cifra (aparentemente igual que las españolas) tampoco significan lo mismo que en español: así el "5" es doce, el "12" es treinta... Aunque, con el tiempo, he desarrollado otra hipótesis: tal vez los números signifiquen lo mismo, sólo que las personas que redactan los anuncios, además de virtuosos del lenguaje, son atletas olímpicos, con medalla de oro en pruebas de velocidad.

El piso está cerca de tres paradas de metro. ¡Lagarto, lagarto! Imposible llegar andando al metro; cada mes necesitarás un TAT (billete mensual ilimitado para Trolebús Autobús y Tranvía) para ahorrarte molestias y algo de dinero en tus trayectos diarios en los citados medios de locomoción.

El metro está a diez minutos en transporte. ¿Y te lo crees? En estos diez minutos no cuentan los otros diez o quince o veinte o... (según el día de la semana, la hora del día y la estación del año) que vas a pasar esperando a que llegue el trolebús o el autobús o el tranvía. Con un poco de suerte, una vez que estés en el trolebús/autobús/tranvía, serán sólo esos diez minutos; pero podrían ser unos cuantos más. Y, luego están los atascos; no han contado con que un inofensivo trayecto de diez minutos, puede, fácilmente, convertirse en cuarenta o cuarenta y cinco minutos o incluso una hora.

Casera con buena voluntad/encantadora... Nunca he visto a qué correspondía esto en realidad. Pero, no sé por qué, me suena a casera pesada y meticona; una de esas que no te quitas de encima ni con agua caliente.


El casero ayudará con la mudanza. Casero cotilla y controlador. Que, de paso que hace la mudanza, se entera de dónde vivías antes.


Os dejo que... ¡tengo que seguir mirando anuncios!











miércoles, 25 de abril de 2012

Esto no es una ficción...

...es el relato fiel de algo que me sucedió hace unas semanas.


Sviatoslav Richter, Junto a la Iglesia


    Tenía ganas de llegar al hotel. Era de noche y llevaba en una bolsa de supermercado una botella de agua, una caja de zumo y un par de cajas de plástico transparente con comida preparada. Ya estaba cerca. Pasé el aparcamiento de cochazos negros con chófer que está junto al restaurante caro, crucé la calle, llegué a la Catedral. Faltaba poco, junto a la Catedral estaba el hotel. Vi algo extraño.Junto a la verja de entrada al recinto del hotel había dos tipos raros.Inmediatamente se me disparó el dispositivo de alarma. No había una explicación lógica para que, a esas horas, dos personas estuviesen allí, junto a la verja. El único motivo medianamente razonable para que estuviesen allí es que esperasen a alguien; pero ¿a quién? ¿a alguien del hotel? no, hubiesen entrado. Tal vez hubiesen quedado; no, quedar en un lugar así no encaja con la mentalidad de Ciudadadoptiva. Definitivamente, eran matones. Tal vez tuviesen algo que ver con el que, no hacía mucho, me había esperado por la mañana en el mismo sitio y me había seguido descaradamente. Claro que eran matones. Eran como de película mala. Uno era el matón grande con pinta de tonto; el otro, el matoncillo pequeño con pinta de ¡más tonto!  

    En ese momento éramos las únicas personas que había allí. Y no me gustaba la idea de abrir la verja y meterme al recinto. Al fin y al cabo, ellos estaban ahí y podían haber entrado a la vez. Los metros que separan la verja del edificio no me resultaban precisamente tranquilizadores. Una frase me machacaba la cabeza: "uno de los momentos más vulnerables es cuando estás entrando en tu casa". Y eso era exactamente lo que yo me disponía a hacer: entrar en mi casa.

    Me paré a unos diez metros de ellos y me dediqué a contemplar la Catedral. Y mientras miraba la portada, los pináculos, las torres... pensaba qué hacer. La respuesta no tardó en llegar. La situación era potencialmente peligrosa y requería estar preparada y dispuesta a actuar. No me gustaba mucho tener que hacer eso, me resulta especialmente desagradable; pero... estaba sola, con esos dos tipos y dudo mucho que alguien pudiese haberme oído si gritaba. Me dirigí hacia la entrada y ellos, automáticamente, se colocaron de manera que yo no les veía la cara. Pero... yo soy muy prevenida y siempre llevo muy a mano mi "superguardaespaldas" de bolsillo. Metí la mano en el bolso, no era difícil encontrarlo sin mirar: ese tacto metálico... Ya lo tenía en la mano. Me situé a su espalda e inmediatamente uno de ellos se giró hacia mí. Pero yo había sido más rápida: ahí lo tenía, bien "enfocado", yo sólo tenía que apretar y ... creo que él saldría perdiendo. 

    No tuve que apretar. Cuando se dieron cuenta de que eran el objetivo de mi "superguardaespaldas"; se marcharon de repente. Pero no se fueron juntos: sino uno hacia la derecha y otro hacia la izquierda. Abrí la verja y me metí en el recinto. Respiré hondo; no había tenido que hacer algo que me resultaba desagradable.  Disfruté de un precioso paseo hasta la puerta del hotel, con la Catedral a un lado y pisando nieve nueva. Cuando entré al hotel guardé el móvil en el bolsillo, feliz de no haber tenido que hacerles una foto a aquellos dos tiparracos. Ya lo he dicho antes: me resulta tan desagradable... hacer fotos a desconocidos.

Algunos de esos regalos...

... que me han tocado especialmente el corazón.

Un cuaderno con tapas de plástico gris.

- Me gusta mucho tu cuaderno, ¡con las hojas sin rayas ni cuadros! Además, las tapas están muy bien. ¿Dónde lo has comprado???

- No es comprado, encuaderné unos folios. A mí también me gustan sin rayas ni cuadros.
(Mientras decía esto, C. arrancaba rápidamente las tres o cuatro hojas que tenía escritas).

- Toma, ¡es tuyo!

Un "de tu amigo imbisible"


Yo estaba al cargo de un grupo de niñas de siete y ocho años en una colonia de verano. Al volver de la ducha, encontré mi cama hecha. Era la sábana con más bultos y arrugas que había visto yo en mi vida. La vuelta de la sábana estaba torcida y por debajo del colchón sobresalían unos trozos de tela. Pero, encima de la almohada había una hoja de cuaderno (¡esta vez, de cuadros!) con un "de tu amigo imbisible" escrito en letra infantil. El cartel cambiaba mucho las cosas, de repente, la cama parecía de hotel de cinco estrellas.

Una ducha de agua caliente

Había sido un día agotador. F y yo éramos los últimos en el turno de duchas.

- Este agua está sólo tibia. ¡Nos hemos quedado sin agua caliente!

Desde la ducha de al lado:
- Cierra el grifo y vuelve a abrirlo. No me importa ducharme con agua fría. Así te saldrá a ti caliente.

De momento me sentí egoísta. A nadie le da igual ducharse con agua fría. Tuve la tentación de decirle que no, que estaba bien tibia para los dos... Pero rápidamente comprendí que, de todos modos, F no iba a abrir el agua caliente; que me estaba haciendo un regalo y que lo mejor que yo podía hacer es disfrutar de la ducha y darle las gracias.

Unos pendientes de perlas...

... que me regalaron mis padres en Navidad. Fue el último regalo que me hicieron juntos; a los pocos meses, mi padre nos dejó y se fue a ese lugar en donde no hay dinero, ni tiendas, ni cosas. Ahora es mi madre la que compra los regalos.

Un libro y una caja marrón chocolate para guardar los collares

Mi amiga M me pidió ayuda para comprar algo a alguien misterioso. No era difícil saber que el regalo era para mí. Así que elegí dos cosas que me apetecían y me gustaban.

- Toma, para ti.

- No sé cómo lo has hecho; pero me has comprado justo lo que yo quería.



Robert R. Falk, Libros

Una gramática alemana

Cuando iba a pagar mi gramática, C entregó rápidamente su tarjeta.

- Me apetecía regalarte algo porque sí.

Un "Recuerdo de Burgos"


A Sara le compraron su primer monedero con ocho años. Con el dinero que, entre unos y otros, le dieron para que lo estrenara, me compró un regalo. Era un plato blanco, con el dibujo de una iglesia en gris y con un filete plateado. En la parte de arriba se leía "Recuerdo de Burgos".

Otro libro


Iba a comprarme uno de esos libros intrascendentes que, sin ser grandes obras maestras, cumplen muy bien su función: hacerte reír. Se lo conté a mi amiga A por teléfono. Su respuesta fue un tanto enigmática:

- No se te ocurra ir mañana de compras, no vaya a ser que te compres algo que no debes.


La respuesta era rara; pero... A era una buena amiga, y a las buenas amigas no hace falta pedirles explicaciones cuando dicen cosas raras. Además, iba a verla en dos días.

- Toma, el libro. Casi me pones en un aprieto. Cuando hace dos días me dijiste que te lo ibas a comprar...¡A ver qué hacía yo, que te había comprado uno igual!


Una medicina para el catarro

Era mi primer verano en Paísadoptivo. Cuando llevaba allí sólo unos días, un catarro aguafiestas se vino conmigo. Traté de que no me amargase el viaje, y decidí no hacerle caso, vivir como si él no existiera. Pero... era un catarro pelma y persistente y muy bueno en su trabajo. Un día me ganó la partida y tuve que quedarme en casa. Por la tarde vino a casa Y, el amigo-que-estaba-acabando-medicina de uno de mis compañeros de piso. Al verme en pijama, con cara de anuncio antigripal y tosiendo, me hizo todas esas preguntas que hace un médico en esos casos. Al día siguiente me trajo una medicina y la canción del verano (que hacía unos días le había dicho que gustaba mucho). Por supuesto, al catarro plasta no le quedó otro remedio que marcharse lejos.



Éstos son sólo unos pocos de los muchos que me han tocado el corazón. A decir verdad, cualquier regalo que alguien ha buscado para mí, al que ha dedicado tiempo (en comprarlo o en hacerlo), en el que ha puesto ilusión... me hace feliz. Lo que cuenta no es el valor material, sino todo aquello inmaterial que, de alguna manera, se envuelve con el regalo: cariño, detalle inesperado, ganas de hacer feliz, esfuerzo para encontrar el regalo que la otra persona quiere, regalar algo que no se pueda comprar...

Porque... al final, sea cuál sea el regalo, lo mejor es ... ¡la persona que te lo regala!