Ahí estaba yo en la sala de espera del traumatólogo, en medio de una de esas ceremonias importantes que marcan para siempre: ponerme el zapato izquierdo. Ni siquiera quité los restos de yeso que me quedaban en el pie; me puse un calcetín encima. Metí la mano en la bolsa ... ¡que bonito era mi zapato! ... Empecé a sentir cómo algo firme y a la vez flexible arropaba mi pie. Por un instante ... me sentí Cenicienta.Y... yo que andaba hacía tiempo buscando el principio de un nuevo cuento en mi vida...

miércoles, 11 de agosto de 2010

Trabajar en una Embajada...

...en un centro de investigación nuclear; en un recinto militar de alta seguridad; en una empresa de tecnología... tendría que ser un medio de vida, no un modo de vida. Son simplemente trabajos, que, aunque tengan unas ciertas servidumbres, no tendrían por qué condicionar de manera drástica la vida de quienes los desempeñan. La Embajada, el centro de investigación nuclear; el recinto militar o la empresa de tecnología tienen derecho a tener empleados discretos, sin fisuras, que puedan manejar información sensible o estar cerca de ella.
  
Para ello tiene a su disposición recursos en primer lugar, eficaces; en segundo lugar, que no desbordan los límites de la ética y, en tercer lugar, que no van a resultar molestos para sus empleados (tres pilares básicos):


1) Investigación previa a la contratación.

Justifico y apoyo una investigación previa a la contratación; pero siendo muy cuidadosos en no atravesar ciertos límites. La empresa debe asegurarse de que los investigadores realizan su trabajo de manera impecable: que sepan que el posible empleado es de confianza; pero respetando siempre el derecho a la intimidad (sin ahondar en temas que no afectan para nada a la empresa) y de manera muy aséptica (no dejándose llevar por cierta curiosidad morbosa).

Hay un tipo de investigador que, a medio o largo plazo (o, incluso, a corto) acaba siendo un problema para la empresa: el que conoce previamente al futuro empleado o, peor todavía, que tiene en él algún interés personal (para bien o para mal). En este caso, mejor no asignarle la investigación, ya que lo más probable es que trate de satisfacer su curiosidad personal o que,tarde o temprano, acabe “yéndose de la lengua” (¡o ambos!).

2) Control estricto en el lugar de trabajo.

A nadie que no tenga nada que ocultar le molesta este control; cámaras de vigilancia en las zonas de trabajo; un protocolo estricto de transmisión y almacenaje de documentos; control de acceso; acompañar en todo momento a personas ajenas...

En principio, con esto es suficiente. Si se contrata personal de confianza y, además, se controla de manera escrupulosa el lugar de trabajo; cualquier información, por sensible que sea, está a salvo.


Pero, lamentablemente, existe el riesgo de que se encarge velar por la confidencialidad a personas que no están capacitadas y ello redunda en fallos graves que acaban repercutiendo en la empresa.

1) Posibles errores en la investigación.

Antes de contratar al empleado, a la empresa le interesa saber que es discreto, que no va a revelar información. No tiene derecho a meterse en: el número de parejas que ha tenido en su vida; si saca la basura todos los días; qué compra en el supermercado; sus conversaciones personales o qué le gusta en la cama. 

Olvidarse de que a la persona que trabaja en uno de estos lugares la Constitución le garantiza los mismos derechos que a los demás. Entre ellos, el derecho a la intimidad. Intervenir los teléfonos personales (fijo y móvil); entrar en el domicilio del empleado, por supuesto, sin permiso y cuando no está en casa; poner micrófonos y cámaras (no sé por qué asociación extraña pero, es que, si no, se me olvida, tengo que contaros lo del día en el que encontré una microcámara en mi dormitorio; no es que diga yo que viene a cuento; es, simplemente, que me he acordado ahora); investigar a todo el entorno y a más todavía (estas horas me afectan de manera extraña, otro recuerdo relámpago: el día en el que J. me dió los suficientes datos acerca de P. como para demostrarme que sus investigaciones  habían llegado ya hasta ahí - ¿que quién es P.? P. fue no sólo mi mayor motivación para mejorar mi inglés, sino el que mejores “métodos pedagógicos” tenía; era tan mono... tenía un no sé qué, en realidad sí que sé el qué, pero no lo cuento ahora, que me voy del tema. Aunque, supongo que, cuando J. vino con la información, el hecho de que yo tuviese ya los treinta cumplidos, ¡relativizaba ya bastante a mi irlandés de verano de mis 19 años!-), realizar seguimientos exhaustivos; exigir datos médicos (esto último es realmente molesto, no digo que esté relacionado con este post, pero me viene a la cabeza una vez que me exigieron este tipo de datos y... es muy desagradable); poner un coche “con bicho-vigilante” en la puerta de entrada del domicilio... todos esto no sólo es innecesario sino que … para qué hablar de aspectos legales; y... supongo que quemar de este modo al empleado no es muy inteligente.


Acosar a los empleados con vigilancias 24 horas.

Poner al investigador equivocado. (De esto ya he hablado antes).

2) Posibles errores en el control que se lleva a cabo en el lugar de trabajo.

Ignorar que la gente va al baño empujado por ciertas necesidades higiénicas o fisiológicas. (Bueno, a veces... no sólo por eso. Pero, bueno, un peine, una crema de manos o un neceser de emergencia no son peligrosos). (Hay que decir, -ya sé que no queda muy bien, pero...- que los controles de baño: tanto el más cutre como es una persona que se queda por ahí hasta que acabas o los más sofisticados y tecnológicos... “cortan el rollo”, sobre todo hasta que llevas cierto tiempo).

¿Es imprescindible investigar  el contenido del tupper que dejas en la nevera? (¿será que existe una receta de “verduras salteadas con crujiente de micrófonos”? Yo, es que... soy una afectada de los métodos de la brigada de tupperinvestigadores . Se me quedó la cara de póquer cuando deduje de lo que me dijeron que mi tortilla de patata estaba incluida en algún informe top secret. Claro que, en este caso, lo comprendo perfectamente: no era una tortilla de patata normal, era una versión compatible con una dieta baja en calorías a cuya invención me había llevado el hambre).


 
Un error más que grave es cuando el control dificulta el trabajo. Por ejemplo, el material informático. Muchas veces, la torpeza al intervenir los ordenadores dificulta mucho las condiciones de trabajo; y podría darse el caso de entorpecer y ralentizar la ejecución de algo urgente.

El error más grave sería investigar; sí, investigar en el hipotético caso de que se llevase a cabo de cierta manera: de que no se respetasen ni la dignidad ni los derechos de la persona; se convirtiese su intimidad en un circo al que todos los investigadores tuviesen acceso y... de que se olvidase que, afortunadamente, estamos en un Estado de Derecho, en el que, incluso para el peor de los terroristas, tendría que ser un juez el que autorizase, de manera motivada, una investigación de cierto tipo.    

No es mi intención elaborar un informe exhaustivo, ni siquiera un informe no exhaustivo, esto lo dejo para los especialistas; de hecho, no he datos concretos, sino que he pretendido elaborar un catálogo de posibilidades que podrían plantearse, de errores que podrían cometerse. Sólo quiero hacer una reflexión personal; dar mi opinión. Es que es un tema acerca del cual llevo tantos años pensando que... hoy se me ha escapado por los dedos y … ha acabado en un post. ¡Ah! Supongo que hace ya unas cuantas líneas que os habrá surgido una pregunta, que dónde trabajo yo. Ya lo he dicho: en una oficina.


  
A quien le interese: tengo una vecina cotilla (¿será esto lo que, inconscientemente, me ha llevado a este post?). 


Por si acabas de incorporarte a la historia:

11 comentarios:

  1. Estoy teniendo problemas con el formato del post. Esos blancos y esos cambios de tamaño de fuente... ¡no hay manera! Perdonad un texto tan chapucero... bueno, ¡qué digo! ¡si es tan original!

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  2. No importa el formato, importa el escrito, y este me ha encantado. Yo más que preguntarte donde trabajas, te diría que renuncies, que cómo soportas estar en un lugar así, pero, sigo el hilo de tu historia, ya te lo dije, y sé que, finalmente, encontraré un motivo valedero que me diga el por qué no lo haces. Tengo esperanza, sí señor.

    Un fuerte beso.

    PD: Todos tenemos una vecina cotilla, y más de una vez nos ha inspirado a escribir, jajaja, ¡afortunadamente! Salúdame a tu vecina...

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  3. Realmente la historia así contada resulta un pelín agobiante. Creo que hay situaciones contra las que no podemos luchar y es mejor intentar vivir al margen de las mismas. Obviarlas, en la medida de lo posible, me parece la opción menos mala.

    No, yo no dejaría un trabajo por esa circunstancia. Personalmente soy funcionaria y entre las normas que regulan mi condición de tal hay un montón que afectan directamente a mi comportamiento, sin embargo vivo sin pensar en ello.

    un beso

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  4. Muchas gracias, Chica de la Farmacia, me alegro de que el post te haya gustado. Si yo hipotéticamente (en algunos temas que no falte el “hipotéticamente” “supuestamente”...) hablando, trabajase en un lugar de este tipo; nunca dejaría el trabajo, porque sería una derrota y porque yo soy la que tomo mis decisiones, nadie me dice cuándo debo irme. Pero, sobre todo, porque me permite vivir en un país que me gusta mucho. Con el tiempo, te haces una coraza; adquieres recursos y relativizas. Por supuesto, a veces es duro, pero... aprendes a vivir con ello.

    ¿Tú también tienes una de esas? Me refiero a la vecina cotilla. La mía está justo en el piso de al lado y tengo que pasar por su puerta cada vez que entro y salgo. Además, insiste en que tengo que pasar un día a su casa y yo le doy largas (entre nosotras, ¡antes muerta que en casa de la vecina! Si pasaba, tendría yo que corresponder la invitación y … ¡meterla en mi casa! Noooooo, por favor).

    Besos

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  5. ¡Hola Frabisa!

    Sí es una situación agobiante contra la que no se puede luchar y, además es imposible vivir al margen; pero, con el tiempo, se adquieren recursos para (siguiendo a no sé qué filósofo) vivir en ella mientras logras cambiarla.

    Estoy de acuerdo, en que no se debe dejar un trabajo por esas circunstancias; ni un trabajo, ni nada; la mejor defensa es alterar tu vida en la menor medida posible, lo ideal, no alterarla en nada. Yo, por supuesto, entiendo que cada trabajo tiene unas normas (escritas o no) y hay que cumplirlas. Pero un efecto, colateral o intrínseco, de un trabajo nunca puede ser una limitación en el ejercicio de tus derechos fundamentales. Por mi trabajo estoy obligada a guardar discrección (soy impecable en esto), por ejemplo. Pero, que te sustraigan el teléfono móvil del bolso (en una zona de acceso restringido; lo cual, considero, no puede hacerse sin autorización tácita y beneplácito); que personas del trabajo (que se jacten de pertenecer a ciertos grupos) intervengan tus comunicaciones (internet y teléfonos) privadas y te repitan conversaciones literales; que esas personas entren en tu casa cuando tú no estás y den pruebas de ello... eso, en el hipotético caso de que sucediese (vamos a ser siempre “supuestos” e “hipotéticos”)... todo eso creo que entra en el terreno delictivo. Y cuando todo esto se hace a una persona de comportamiento intachable...

    Besos

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  6. Qué valor!! Yo particularmente no aguantaría esa presión, necesito en todo momento sentirme libre de miradas, (a menos que sea para mejorar mi ingles, :), claro).
    Seguiré leyendo tu historia, realmente está muy interesante,¡¡y pensar que yo de pequeña quería ser espía!! Buff....

    Besitos.

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  7. Jajajaja! Seguro, antes muerta :)

    Yo me mudé de barrio en enero de este año, y la viejita de la casa de enfrente me espera con su perro salchicha en los brazos y me pregunta cosas. Toooooodoooo lo que imagines, que cuanto hace que estamos de novios, que si nos casamos o sólo convivimos, que qué medicamento puede tomar para bajar el colesterol alto y hasta recetas de cocina (mi compañero de casa, cama, y demás lugares, es cocinero).

    Y, como si todo esto fuera poco, quiere darme el perro salchicha para que juegue con mi Pocho y mi Angus Young (mis perros, que se lo comen en hot dog, seguro).

    Trato de esquivarla, pero siempre me encuentra... sale con ruleros y en pantuflas a preguntarme cómo se hace la salsa de champignones. ¡Y yo no tengo idea! Si hay algo que no hago es cocinar. Así que, a falta de respuesta le digo: parece que va a llover... ¿? Es muy cómico, más cuando me cuenta de la vecina de al lado, que, parece, engaña al marido con el sodero.

    Bueno, me excedí con el comentario. Un beso grande, y olvida el saludo a tu vecina, a ver si luego quiere venir a visitarme a mi. Ya con la mía suficiente :P

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  8. ¡Hola, Campoazul!

    ¿La presión? Todos, aunque pensemos que no, tenemos recursos para aguantar la presión; sólo hay que descubrirlos.

    ¿Tú también mejoraste tu inglés? ;)

    Un beso

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  9. ¡Hola, Chica de la Farmacia!

    No te has excedido con el comentario, al revés, me he reido mucho. Creo que son todas parecidas. Aunque la tuya es mejor, ¡al menos comparte sus cotilleos contigo!!!!! :) Pero, no sé, si, de repente no saliese a preguntar y dejase de ser cotilla... creo que me sentiría mal: ¡ya no se preocupa de mí! En el fondo me hace sentir como una celebrity: ¡hablando de mi vida! Creo que estas vecinas tienen un punto entrañable.

    Besos

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  10. Es como estar en el Gran Hermano de Orwell o algo así... Vigilado... supongo que uno se acostumbra a ser observado...

    Beso!

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  11. ¿Acostumbrarse? Es muy difícil acostumbrarse a lo malo; pero, con tiempo y recursos personales, aprendes a vivir con ello; mientras vas haciendo lo posible por cambiar la situación (que suele ser algo lento, por cierto). Y, a la vez, lo vas relativizando.

    Un beso

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